sábado, 15 de agosto de 2015

To the end

Hay momentos en la vida de una mujer que tiene que dejarlo todo y marcharse, sin mirar atrás, sin titubear. ¿Por qué? Cada cual tiene sus razones, pero pedirlas es absurdo, es algo que simplemente ocurre. Son como un ave migratoria, parte de un lugar a otro buscando un mejor cobijo, otro sitio donde empezar de nuevo. ¿Y yo? Yo no tengo nada que ver con eso, yo parto porque he de hacerlo, porque hay algo que me lo exige. Ya no existe lugar donde pueda volver a comenzar, yo más bien voy a buscar un final, un sitio donde esta historia acabe.... ¿Dónde comienza este final? En un lugar lejano, en uno de esos páramos donde mi vista puede divagar y ver un cielo anaranjado siendo consumido por el atardecer, un viento que corretea libre y danza alrededor de mi cabello y desplaza pequeños granitos de arena por la punta de mi nariz y el siseo del viento que más bien parece un ahogado aullido, un grito de auxilio en este apartado lugar. Exhalo el aire con lentitud, dedicando mi tiempo para apreciar como el aire recorre mis fosas nasales, creo que nunca antes me había sentido tan ligera. Ya no hay vuelta atrás, desde luego que no, este es un desafío entre el tiempo y yo. El calor se vuelve sofocante, tengo la sensación de que mi piel está ardiendo constantemente. Sigo andando paralelamente a la carretera desolada, en un momento repentino mi vista comienza a nublarse, noto como si mis piernas se desvanecieran, mi corazón comienza a acelerarse. Busco en mis bolsillos pero no me quedan pastillas. Mi cuerpo no va a aguantar mucho tiempo estas duras condiciones. Compruebo que mi pantalón está lo suficiente apretado y ato mi camisa a la altura de mi ombligo… Pero creo que no va a ser suficiente, deshago el nudo y lo vuelvo a hacer a la altura de la parte inferior de mis pechos. Me suelto el pelo y comienzo a andar hacia la carretera. A lo lejos veo un camión aproximarse. Fuerzo una sonrisa y alzo mi mano. Él se acerca y baja la ventanilla.

-Oh, ¿qué se la podido perder a una chica tan joven en estas carreteras?
-Iba con unos amigos de viaje pero hemos discutido y… -comienzo a sollozar.
-Lo siento, he sido un desconsiderado. ¿Vas en dirección a Meltdown?
-Sí, ¿te importaría llevarme?
-No, claro que no.

El hombre tiene una barba descuidada y el pelo despeinado, probablemente lleve mucho tiempo conduciendo. Por la radio suena country rock de los sesenta. El lugar desprende un olor ácido a cerveza, quizá ver cómo bebe despreocupadamente de esa lata ha hecho acentuar esa sensación. Antes de que pueda entrar, despeja el asiento de copiloto, tenía algunos trastos. Por lo que puedo observar no está acostumbrado a viajar con alguien o por lo menos no lo tenía previsto hacer en mucho tiempo. Me siento y comienzo a cerrar la puerta, no sin antes echar un vistazo de reojo hacia él, no pierde el tiempo, me ha dirigido una mirada rápida y acechante a todo el cuerpo, se podría decir que su técnica está muy pulida aunque es un poco descuidada.


-¿Alguna vez has subido a un camión?
-No, almenos que pueda recordar. Pero si no recuerdo mal, mi abuelo era camionero y a veces mis padres hacían algunos viajes en su camión… Ya sabes, viajes de jóvenes enamorados y esas cosas.
-Les puedo entender, no te puedes imaginar lo que es viajar durante tiempo solo, lo mejor es cuando llegas a un bar de carretera y te paras a comentar el viaje con otros conductores. ¡No hay dos días iguales en la vida de un camionero!


El ruido del motor de este trasto es impresionante, cuando lo ves desde fuera impresiona, pero dentro es una sensación totalmente diferente, a pesar del temblor y el ruido del motor te sientes muy tranquilo, hay que reconocer que a pesar de no ser música que escucharía en mi habitación, el country rock es perfecto para esta situación.
El viaje sigue su curso, ambos continuamos hablando de cosas sin importancia. La gran mayoría del tiempo me dedico a mirar por la ventanilla, casi con la cabeza fuera del automóvil, desde siempre me ha encantado el paisaje de las carreteras, aunque sea de una ciudad, es algo que me gusta hacer, que cada detalle se quede grabado en mi mente. Siempre he pensado que si pudiese pintar bien, desde luego los paisajes serían mi punto fuerte.

-¡Mira, un lago! Es impresionante.
-Jajaja, he visto miles como esos. ¿Quieres que paremos un rato? También tengo que ir a comprar un par de cosas y no te vendría mal refrescarte un poco.
-Sí, me encantaría.

Ambos nos bajamos del camión

-¿Quieres algo? ¿Te hacen unas cervezas?
-Sí, la verdad es que algo frío me vendría de perlas. Creo que preferiría agua, ya sabes, temas de edad y eso…
-¿Eres menor de edad? No me lo creo.
-Tengo diecisiete años.
-Bah, yo ya conducía a esa edad, no te preocupes.

Me acerco al lago, el agua está sorprendentemente limpia. Me quito los zapatos y los guantes -he de confesar algo, llevan plataforma para aparentar más altura- y introduzco los pies lentamente. El agua está congelada, justo lo que necesito. Aprovechando que llevo pantalones cortos me introduzco hasta que la superficie me baña la parte superior de las rodillas. Ahora que la parte inferior de mi cuerpo está tan fresquita me dan ganas de de zambullirme entera, pero por desgracia no tengo muda de ropa y no sería buena idea ir empapada todo el viaje. Me mojo el rostro, los brazos y el cuello, sin duda no puede haber mejor sensación. A pesar de estar refrescándome, sigo manteniendo un ojo en los pasos de mi acompañante, ha salido de la tienda con unas bolsas en la mano y ha entrado en el camión, al salir lleva dos cervezas, una abierta y otra sin abrir. Me dispongo a salir para reencontrarme con él en la carretera. Cuando salgo me siento en una roca y comienzo a ponerme de nuevo los zapatos. Mientras me los coloco, noto una sensación fría en la espalda.

-¡Mira lo frías que están! -dice mientras roza la lata con mi piel.
-Dios mío, tienes razón. -me giro para coger la lata pero él adelanta una sin darme opción a elegir.
-Es una buena marca, una de estas que solo los camioneros son capaces de experimentar. Vamos, pruébala, ¿es tu primera vez?
-No, que va. Creo que todos cuando somos jóvenes nos hemos saltado alguna regla que otra ,¿no? -digo mientras le doy un trago y sonrío. Él me devuelve la sonrira.
-Bueno, volvamos al camión que todavía queda un largo camino, dentro de poco comenzará a oscurecer

El camino a partir de este momento ha sido más relajado, la música está muy tenue y apenas hemos hablado. Ya está empezando a oscurecer y mis párpados comienzan a pasarme factura, hace mucho tiempo que no duermo.

-De verdad, no puedo entender cómo tus amigos han podido dejar tirada a una chica tan guapa, es una lástima.
-Vamos, no exageres. ¿Cuál es tu nombre? -digo con voz risueña
-Carl.
-Pues muchas gracias Carl, no sé qué habría sido de mí sin ti -se limita a esbozar una leve sonrisa.

Alargo la mano para bajar un poco la música de la radio y nuestras manos chocan, al parecer él había tomado la misma decisión.

-Oh, disculpa. ¿Te importa si la bajo? -no hay respuesta.

El sonido de la radio, el viento que entra por la ventanilla, todo parece ayudar a que me entre el sueño. Cierro los ojos y los mantengo de esta forma un buen rato. De repente noto como algo se desliza lentamente por mi pierna. Comienza acariciando mi muslo y se va deslizando hacia la zona de la ingle. Hago unos movimientos vagos y esbozo una leve sonrisa, haciéndole ver que estoy en el letargo de un profundo sueño, esperando pacientemente. Espero hasta que noto que el camión se ha detenido, entonces deslizo lentamente la mano por la parte trasera de mi pantalón, cuando lo tengo agarrado fuertemente hago un movimiento brusco y apunto a su cabeza. Él se sobresalta y da un pequeño salto.

-¡Mierda , no dispares!
-¡Pon las manos en la cabeza!
-No me jodas, ¿eres una poli?
-Para tu desgracia, no, no lo soy.

Alargo mi mano en la parte trasera hasta que comienzo a palpar la bolsa que había traído antes cuando había comprado las cervezas. Hay cerveza, preservativos, toallitas húmedas y unas pastillas. No me hace falta comprobar cuáles son, mi astucia me permite saber que son una clase de somnífero o algo que actúe como tal.

-¿De verdad te pensabas que me iba a tragar un truco tan básico como ese? Comienza conducir.
-En serio, no sé que pretendes, pero sal de mi camión ahora mismo.
-¿Me estás tomando el pelo? Has sido tú el que ha intentado violarme mientras dormía.
-¿En serio te crees que voy a hacer caso a una niña? -hace un movimiento brusco pero antes de que pueda alcanzarme, le disparo en la palma de la mano.
-¡Ah, joder, estás loca!
-La próxima vez que tenga que dar una advertencia tu cabeza estará agujereada.
-Vale, tranquila, te llevo hasta donde quieras, puedes quedarte con todo lo que quieras, pero por favor, no me mates.
-Tú conduce, yo soy quien toma las decisiones. De momento tapona esa herida y que no sangre demasiado. ¿Tienes muda de ropa, no? -digo mientras cojo el casquillo de la bala que le ha atravesado.

Un viaje tan largo teniendo que apuntar a alguien constantemente es bastante cansado. El dolor de brazos que tengo es insoportable. No sé cuántas horas llevo así, pero desde luego que mañana no voy a poder mover los brazos ni un poco. Es una lástima tener que hacerlo de esta forma, de alguna forma me siento culpable, nada más subirme a este trasto sabía que esto iba a acabar así, quizá si me hubiese mostrado más arisca él no habría intentado… En fin, se lo tiene merecido. No me puedo imaginar lo que le hubiese ocurrido a otra mujer que no hubiese sido yo…

-Escúchame, llevamos muchísimas horas conduciendo.
-Nadie te ha preguntado -digo y muevo el arma apuntando más firmemente a su cabeza.
-No, no. De verdad, necesitamos repostar o nos quedaremos tirados a mitad del camino y ninguno de los dos queremos eso.
-Vale, pararemos en la siguiente gasolinera, pero debes cumplir las siguientes condiciones. Vamos ambos, ni una sola seña, siempre quiero ver tu rostro, nada de ir al baño y vas a comprar un antifaz y una pequeña navaja. No quiero preguntas.

De esta forma, ya con el sol sobre nuestras cabezas, nos detenemos en la primera gasolinera que encontramos. Él comienza a buscar todo lo que le he pedido. Luego va a llenar el depósito. Mientras él realiza la tarea, miro fijamente al dependiente y comienzo a gesticular con el rostro horrorizado. Él se percata, lo sé por el cambio de las facciones de su cara. Veo como desde la cabina comienza a llamar por teléfono. Cuando comenzamos a retomar el camino me asomo y veo cómo está apuntando algo en una libreta.

-Vale, desde ahora quiero vayas a toda velocidad. Tenemos menos de quince minutos para llegar a nuestro objetivo.

Cuando llegamos detiene el camión.

-Vale, hasta aquí podemos llegar, ya estamos en la ciudad.
-Perfecto, ahora ponte el antifaz.
-¿Qué me vas ha hacer?
-Nada peor de lo que tu pretendías en un primer momento. Rápido, no hay tiempo que perder.

Se coloca el antifaz y comienzo a actuar rápido. Primero tomo su cartera y me llevo todo el dinero que había dentro, dejando un poco. Cojo el cuchillo que ha comprado, me hago un corte bastante profundo en la muñeca y dejo caer mi sangre sobre alguna zonas. Al final presiono la herida hasta que deja de sangrar y la vendo.

-Escúchame, vas a estar dos minutos con el antifaz, si no lo haces te vuelo la cabeza, ¡lo juro! -digo apoyando el cañón en su sien.
-¡Tranquila, haré todo lo que me digas!

Tengo poco tiempo, es una ciudad bastante pequeña y está anocheciendo, el tren dejará de pasar en breves. Me bajo silenciosamente y comienzo a correr buscando la estación. No pasan ni cinco minutos cuando encuentro la estación, compro mi billete y por suerte el tren está a punto de partir. Hoy es mi día de suerte, sin duda. Cuando me siento dentro del tren, me dejo caer y noto el dolor sobre mis hombros… Demonios, ha sido un viaje demasiado duro. El tren comienza a moverse y miro por la ventana, ya es tradición. Por fin mis párpados pueden caer, se sienten tremendamente pesados. No puedo evitar esbozar una sonrisa, antes de caer profundamente dormida, al ver las luces rojas y azules de los coches de la policía. Creo que nunca antes me habían parecido tan bellas esas luces…

Notas de autor: En un futuro habrá nuevas noticias sobre ''To the end''. Espero que lo hayas disfrutado .



martes, 11 de agosto de 2015

Sexo, drogas y alcohol. El nacimiento de un superhéroe.

Era un día soleado, para mi gusto, demasiado. Por suerte o por desgracia ya se acercaba el final del verano.  Aún así eso no suponía una gran noticia para mí, que seguía manteniendo esa gota gorda de sudor que usaba mi frente como tobogán. En fin, había elegido la peor mañana para salir a dar una vuelta, pero lo hecho, hecho está y no había cabida para el arrepentimiento.
Necesitaba una excusa, algo que me mantuviera distraído y allí estaba mi musa, la elegida, la enviada por por dioses... DEBÍA SER ELLA Y NO OTRA. Era mi última esperanza de poder darle a mi mente algún estímulo que consiguiese disuadirla lo suficiente para no pensar en el calor, el pelo pegado al cuello y esa sensación de sed insaciable... Con el pelo recogido con una coleta, mascando un chicle de forma muy poco sutil, con una camisa que probablemente la compró hace 3 años o se había equivocado de talla, ella me saludó a vocerío limpio y agitando los brazos como un pollo sin cabeza. No ha sido un buen símil ya que los pollos no tienen brazos y no los agitarían más si no tuviesen cabeza... En fin, la cuestión es que nuestras miradas ya se habían unido y su atención recaía fielmente en mí. Era el momento.
-¡Hola, cuánto tiempo! .
-Síííí, no te veía desde que acabaron las clases -dijo mientras me abrazaba efusivamente -¿Cómo estás?
-Bueno, sobreviviendo, como de costumbre. ¿Cómo te ha ido el verano?
-Buah, ha sido todo sexo, drogas y alcohol. Me he liado con un montón de pavos este verano, ha sido el mejor verano de mi vida. En mi pueblo no parábamos de beber y fumar porros todo el día [...]

Algo extraño estaba pasando, era algo inusual, algo que solamente ocurre una vez cada tres mil años.  Las estrellas se habían alineado, el calor había fundido mi percepción, todas las células de mi cuerpo estaban agitadas... Se avecinaba algo sin precedentes, algo que iba a cambiar el destino de la humanidad... Cuando me di cuenta estaba sólo, sí, sólo. En la soledad más absoluta y abrumadora. No sabía cuánto tiempo había pasado , qué había ocurrido o cómo había podido ocurrir eso. La cuestión es que ella ya no estaba. Sí, me había convertido en un superhéroe. No sólo había vencido a las temperaturas, si no también a mi propia mente y lo más importante... HABÍA SOBREVIVIDO A ESE DISCURSO. Sí, joder, lo había conseguido. Un superpoder había nacido en mí, el superpoder de ignorar a la gente cuando me van a decir algo estúpido.
Como ya no quedaba nada que hacer  simplemente me fui a casa con una sonrisa. Quién iba a decir que soy un superhéroe...

jueves, 16 de julio de 2015

Un silencio triple

Cómo ya lo había leído en El Nombre del Viento, aquel silencio era triple. Quizá habría sido mejor decir que en realidad trataba de tres silencios convergentes, pero de alguna manera, él estaba seguro de que el silencio no era uno, si no tres. 
Por una parte estaba el silencio que sellaban sus labios con tal ímpetu que daba miedo interrumpirlo; no por esta razón era un silencio tenebroso, más bien era liviano, un silencio pasajero que se había colado por la ventana de alguna casa. Incomodaba un poco y a su vez acompañaba el momento. 
El segundo silencio era un poco inquietante. Era un silencio acompañado por sus miradas, un silencio inesperado y acechante. Por alguna razón él no podía dejar de sentirse intimidado por aquel silencio tan sombrío; pero no te equivoques, era tan perturbador como natural. Era el silencio típico de una noche estrellada, de un mar calmado, de una noche serena como en la que ellos se encontraban.
El tercer silencio nunca llegó a comprender de dónde procedía. Era tan misterioso como un secreto; sí, era un secreto. Era un silencio de corazón, uno de esos que se cuela en tus adentros y hace que te sientas silencioso, insignificante y enamorado. Era un silencio que acompañaba sus ojos, a la nostalgia por recordarla y su pecho; era un silencio del corazón. Ese silencio estaba aquella noche, él no sabía dónde pero su corazón sí que lo sabía, y muy bien además. 
Lo que él nunca llegó a saber es que existía un cuarto silencio. Este fue el que la hacía única. Esta fue la razón del por qué él estaba tan enamorado de ella. Esta fue la razón del por qué él pudo sentir vació su corazón, después de haber estado tanto tiempo sin ella y los tres silencios. Él amaba el silencio de ella y a ella le gustaba hacer mucho ruido; demasiado para el silencio.

viernes, 26 de junio de 2015

¿Cuánto cuesta escribir un poema?

¿Cuánto cuesta escribir un poema?
Se pregunta el preso que cumple condena.
¿Horas, semanas, quizás unos días?
Menuda tontería, perdonad que me ría.

¿Cuánto cuesta encajar cada frase?
Rimar cada verso,
que no se me pase.
Conseguir de esta forma un poema tergiverso
y usar palabras cultas aunque el ritmo colapse.

''Escribir poesía es algo muy fácil''
es un trabajo sencillo, no te mantiene en vilo;
solo lees un autor y copias su estilo
cayendo en la pedantería de un verso poco grácil.

''¿Qué importa la poesía?'' Te estarás preguntando,
 a nadie le importa, es algo del pasado.
Son textos aburridos y pedantes
más pesados que el barrito de cien elefantes.

El preso vuelve a repetir la canción
con esta frase digna de sanción:
Escribir poesía es algo muy fácil,
voy a demostrar que este arte es bien frágil.

Más dejémonos de habladurías
las palabras son propias de la gente fría.
Para argumentar en las pruebas me baso
y este texto es la gota que colmará el vaso.

Y sí, este texto es una poesía.
¿Te has dado cuenta? Quién lo diría..
Carente de sentimiento aunque no debería,
pero desde el principio esto ya se veía.

¿Cuánto cuesta escribir poesía? Pregunto.
Perdona insistir, me interesa el asunto.
¿Crear un verso eterno del que nadie se olvida
y que toda mi ira sea comprendida?

¿Cuánto cuesta escribir un poema?
¿Cuánto cuesta escribir un verso del que nadie se olvida?



sábado, 6 de junio de 2015

Los fantasmas del pasado.

Sí, debía caer. Estoy seguro de que debía hacerlo.
Con miedo, eso sí, con terror por hallar aquello que repudiaba.
Debí estamparme en el fondo, sentir esa oscuridad,
esa sensación de aislamiento... Ese temor a estar en lo más bajo.
Fue un momento lúgubre y estrambótico.
Claro que tuve que derramar lágrimas.
Claro que tuve que sentirme vulnerable.
Pero allí me pude quitar mi máscara porque nadie me veía. 
Y de tanto en tanto miraba hacia arriba con nostalgia,
esperando que ese pequeñito rayo de luz me tendiera su mano.
Nunca llegué a alcanzarlo.
¿Pero sabes qué? Debía caer.
¿Por qué?
Porque allí me encontré a mí mismo. 
Muchos se quedaron en unos peldaños más arriba,
tan arriba que ya ni siquiera pude ver sus rostros.
Pocos se quedaron conmigo. Muy pocos...
Eso sí, algunos me tendieron su mano para ascender,
para liberarme de la oscuridad sempiterna que me inundaba.
Pero no, yo creo que estoy bien aquí. Este es mi lugar. 
Soy consciente de que nadie va a querer bajar aquí.
Nadie va a querer sentir esta humedad incesante,
esas sombras que amenazan con lapidar tu cuerpo,
esas miradas de desprecio que llegan desde la superficie...
Y sinceramente no me gusta estar aquí,
pero tampoco me arrepiento.
Son sentimientos que se contrarian pero...
Me he encontrado.
¿Y sabes qué?
Me encanto.
Aunque ello suponga perderlo todo.
Aunque ello suponga quedarme en estas tinieblas eternamente.
Aunque ello suponga padecer soledad eterna.
Aunque me deslumbren,
Aunque derrame lágrimas.
Aunque todo se aleje y yo me quede aquí estancado.
Me encanto. Y tú podrías encantarme también.
Pero estás ocupado creyendo que soy mi sombra.
Quizá si me preguntaras te diría que yo ya estoy muerto;
con lágrimas en los ojos y el corazón abierto. 
Y mis fantasmas del pasado me atormentan,
pero no voy a sucumbir.
Porque volver a mi pasado supondría perderme a mí mismo.
Y me encanto.




jueves, 4 de junio de 2015

Yuki-onna

El mundo es mío. Quizá me encuentro un poco más distante que hace unos años, cuando todavía era yo mismo, cuando todavía era. Pero eso no quita que no haya conocido el placer, que ya haya poseído todo aquello a lo que aspiráis. No podréis gozar de su virginidad porque antes la mancillé yo. Aunque no es bueno alardear del pasado, son hechos que acabaron y que de alguna forma devinieron en lo que hoy vengo a ser yo. Tampoco le puedo tildar de culpable, simplemente era un camino por el que tenía que pasar para llegar hoy a esta bonita noche, esta dulce velada en la que me puedo relajar, mirar las estrellas y afirmar que el mundo es mío. No acepto crítica, ni represalias, ni reprimendas; hoy no, no voy a argumentar más, ya tuve que dar explicaciones hace mucho tiempo. Hoy simplemente me apetece pasear por la noche mientras suena Für Elise en una cajita antigua de música. Quiero sentarme en algún sitio desvistiéndome al completo, poco a poco, con sutileza y elegancia. Primero me despojo del tiempo, lentamente me deshago de los prejuicios, pasando por mis obligaciones y acabando por mis sueños. Desvestido completamente a ojos de las estrellas, con una piel oscura de aspecto blanquecino gracias a la sonrisa mortecina de la luna. Mi cuerpo es tan imperfecto que casi me hace reír, burlarme de mí mismo, pero qué más da, nadie va a juzgarme porque nadie tuvo la osadía de acompañarme. Esta soledad es tan bella como dolorosa, pero no es un dolor atroz, si no sutil y elegante, como mi forma de desvestirme, es un dolor con un gran currículum, una experiencia que casi se podría glorificar, es un dolor sempiterno... Este dolor está a otro nivel, yace en una zona casi inimaginable, está fuertemente arraigado a mis propias raíces. Quizá sea un maniático sexual, pero me complace sentirme de esta forma, totalmente desnudo y vulnerable, con un dolor que actúa como fusta y latiga cada centímetro de mi cuerpo. Si sonara un piano ahora mismo podría llorar, pero no va a ocurrir y este me hace sentir todavía más triste, incapaz de liberar mis lágrimas.
Creo que estoy embriagado. No puedo detener mi vista en un punto en concreto, mis ojos no pueden parar, están inquietos debido a la búsqueda de la belleza absoluta. Solamente hay dos cosas más bellas que la noche; una es la muerte y la otra es el amor. Me gustaría morir de amor bajo este cielo azabache. Escribir un poema triste, leerlo en voz alta a un gran público y apuñalarme en el abdomen como hizo Julieta para deshacerme de las banalidades que me ofrece esta vida, o envenenarme besando esos labios tan afilados con los que dejó de sonreír hace mucho tiempo. ¿Los labios de quién? Pues de esa dama desnuda que me observa detenidamente con mirada traviesa. Dueña de esa piel perfecta cuya sonrisa hace blanquecer a la luna. Esa curvatura perfecta que describen sus senos, esa pose tan sensual con la que tapa su sexo con sus piernas tan esbeltas. Ese cabello que cae agotado sobre sus hombros... Esa es la mirada, esa es la cicuta de Romeo, la daga de Julieta, el juicio final de un hombre que se perdió hace tiempo. Esto me recuerda a ''La dama y el suicida'', aquella obra de teatro que nunca llegué a acabar, como todo. Tras dejarme embelesado con su flagrante sonrisa, se da media vuelta y comienza a andar, con gracia divina. Mi cuerpo comienza a moverse solo, doy el primer paso vacilando, con la duda en cada movimiento que describen mis piernas, una sensación de pánico que se va desvaneciendo. Cada vez más rápido, sin titubear, con la esperanza de alcanzar esa dama nocturna que deambula exhibiéndose a sí misma. Siento frío, conforme más cerca estoy de ella noto como mis músculos se entumecen llegando a tal extremo que resulta doloroso seguir avanzando. Mi respiración cada vez es más lenta y puedo sentir como mi corazón se apaga gradualmente. No la puedo alcanzar, mis pasos cada vez son más lentos. Intermitentemente mis rodillas se doblan y tropiezo con mi propio cuerpo. Pese a esto no puedo dejar de seguirla. Quizá sea efecto del cansancio, pero las calles de la ciudad se han convertido en una nívea cumbre recubierta de escarcha.  Caigo al suelo, no puedo seguir. La nieve se amontona sobre mí, siento como se deshace al mezclarse con el calor de mi cuerpo y me quema. Estoy jadeando como nunca antes lo había hecho. Alzo la vista antes de sucumbir. Mi fugitiva me observa con una mirada curiosa, casi divertida, aunque con un ápice de melancolía. Pobre mujer de las nieves, condenada a vagar como un alma errante, por la eternidad de los días. Deshaciéndose de aquellos que como yo, la han seguido buscando la belleza del amor y la muerte. Un final muy acertado para alguien que un día fue poseedor del mundo. Por fin las lágrimas resbalan por mi rostro... creo que al fin puedo escribir los versos más tristes esta noche.








domingo, 17 de mayo de 2015

Fate


Capítulo 1: Destinos convergentes,

Quiero bajarme de la furgoneta y comenzar a vomitar como no lo he hecho antes. Nunca me ha gustado viajar y mucho menos a las vertiginosas velocidades que lo estamos haciendo. Vale que soy bastante susceptible, pero el velocímetro marca que ya ha superado los límites de velocidad y no por poco.
Por la radio suena música en inglés, aunque la voz de mi padre se come todo el sonido  y su canto parece una mezcla entre alemán y borracho tradicional con toques a vajilla rota. Créeme, no estoy exagerando, suena tremendamente mal. Aunque con mi malestar, la voz de mi padre es lo de menor importancia, estoy más preocupado por si da un volantazo y acabamos volteando o chocando contra cualquier otro vehículo. ¿Dónde demonios está la policía cuando se le necesita? Quizá si le hubiesen parado y le hubieran hecho la prueba del alcoholímetro probablemente le hubieran quitado la custodia y podríamos haber acabado en una familia de acogida, pero por suerte para el lector esto nunca ha ocurrido. Al mirar por la ventanilla solamente veo muros moviéndose constantemente, como si las calles tuviesen vida. Esto solo aumenta mis náuseas, así que  me pongo a mirar por el retrovisor que probablemente sea más entretenido y no me provoque arcadas. Sorprendentemente ella está muy tranquila, parece que en cualquier momento se va a quedar dormida. Cualquiera diría que somos hermanos...
Sin previo aviso mi padre da tal frenazo que salgo despedido y me golpeo contra la guantera. Creo que me he roto un diente. Todo está dando vueltas, no puedo fijar mi vista en un punto ya que cuando lo hago éste comienza a girar sobre sí mismo. Definitivamente voy a devolver y quiero evitar una reyerta de dimensiones considerables, más me vale hacerlo fuera del coche. Abro la puerta rápidamente y salgo atropelladamente, al salir tropiezo con mis pies y caigo sobre el asfalto. No puedo aguantar más, noto como mis jugos gástricos ascienden por mi garganta, giro mi cabeza para evitar mancharme y [...]

Siento interrumpir pero... ¿Crees en el destino? Hay millones de sucesos en todo el mundo que convergen en una ruta común. Por muy insignificante que sea, todo afecta a una ruta principal. Algo tan simple como agacharte para recoger una moneda que se te ha caído puede hacer que te retrases unos segundos que más tarde te van a salvar la vida en un accidente. A mí me gusta pensar en estas cosas, quizá mi escepticismo y mi creencia en el destino es una controversia, pero no creo en el destino como es en realidad, si no que prefiero darle una definición diferente. Para mí, destino es aquella desembocadura donde cada acto converge, es el punto en común de todos y cada uno de los seres del universo. Hay muchas religiones e ideologías que se basan en este concepto para marcar la conducta de sus devotos. De alguna forma me parece un poco triste el hecho de que tus actos, por muy buenos que sean, quizá en un futuro deriven en algo malo. Yo creo que por eso existe la muerte, para poder permitirte vivir una vida dándote la oportunidad de actuar bien y que al final no seas consciente del devenir. Creo que este mecanismo es muy dulce, es como una madre que te duerme en su regazo y te acaricia la cabeza diciéndote que ya es suficiente, que lo has hecho todo bien...

El coche está a penas a cinco metros de mí, la colisión es irremediable. Por un momento puedo ver como el tiempo avanza a fotogramas, como si fuese una película, como si tratara de una grabación. Puedo ver los ojos abiertos del conductor y su desesperanza por cambiar la dirección del coche o los ojos de mi hermana que me miran tras la ventanilla, parece estar gritándome algo. Todo sigue avanzando lentamente hasta que siento un golpe en mi costado. Todo se está apagando lentamente. Ahora solo puedo ver el cielo, se está volviendo rojo y es precioso. El sonido también se apaga. Creo que nunca había tenido tantas ganas de dormir...



En algunos momentos tristes todos somos capaces de sentir el frío de la verdad. Quizá es un tópico, pero esta noche es oscura y llueve.  A penas puedo ver pequeños garabatos moviéndose entre las luces. Desde esta altura el viento pasea totalmente libre, su siseo se convirte en los gritos desesperados de un animal herido. ¿Y yo? Aquí de pie al borde del abismo, contemplando la ciudad desde las alturas. Meto las manos en los bolsillos de mi abrigo y palpo mi móvil, lo saco y comienzo a revisar la pantalla, se me olvidaba algo. Hace tiempo que abrí una página web , para ser específico es un foro. Por  alguna razón es tremendamente conocido. No puedo irme sin redactar una carta de despedida a todas aquellas personas que mantienen viva la comunidad. Abro un post despidiéndome de todos y comienzan a llegar cientos de mensajes. El móvil no para de vibrar como si estuviese poseído. Lo apago y lo dejo en el suelo. 
Y aquí estoy yo, al borde del precipicio. Quizá un poco cansado, pero no lo suficiente como para saltar. Entonces encuentro algo incluso más interesante que mi móvil... una moneda de cobre. Es de color marrón con un tono gris viejo. Está bastante gastada y se nota hay una larga historia tras ella. La lluvia golpea la moneda y el agua resbala sobre mis manos, está comenzando a colarse por mis mangas y esto me hace tiritar. Tiene dos caras apenas visibles. ''Cara o cruz''. Retrocedo un poco, coloco la moneda sobre la superficie de mi pulgar y ayudándome de mi índice la lanzo al vació. Entonces tomando un poco de carrera salto. 
Esta sensación es maravillosa. El viento y la lluvia tiran  de todo mi cuerpo conforme aumenta mi velocidad de caída. Todo se mueve muy rápido. El vértigo y la adrenalina se apoderan de mi sangre. Noto como las lágrimas recorren  mi cara, tengo los ojos humedecidos, apenas soy capaz de ver más allá de lo que mi mano alcanza. Pero estoy sonriendo, esta sensación de sentirme vivo nunca la había experimentado, si tengo algún arrepentimiento tras haberme tirado es el de no poder volverlo a hacer.  Escucho el ruido del chasquido de dos metales chocándose a traición, fuerzo mi vista para poder ver lo que ha ocurrido, es mi moneda que ha chocado contra el saliente de una ventana. Está girando sobre sí misma en el aire, como si una mano invisible la hubiese dajado ahí, flotando. Alargo mi mano tanto como puedo  y en cuestión de una fracción de segundo consigo alcanzarla. Quema. No se si ha sido por el golpe a estas velocidades, pero arde. Cuando quiero darme cuenta ya vislumbro el suelo. Es una lástima no poder saber si ha salido cara o cruz. Bueno, es irrelevante, de todas formas haber apostado mi vida en un juego de azar es una tontería ya que independientemente del resultado voy a morir. Lo merezco, sería una falta de respeto morir porque he perdido en ''cara o cruz'. Pero me gustaría morir sabiendo el resultado. Mi elección es cruz, sin duda. Quizá habría sido una buena idea dejar un papel en mi bolsillo con la palabra ''cruz'' escrita en él, de esta forma al encontrar mi cadáver sabrían si le he ganado a la vida. Sabrían si mi muerte es injusta, si he muerto habiendo ganado mi última apuesta. Es un todo  o nada donde nadie apuesta. Nunca me ha gustado perder.
Un escalofrío recorre mi piel. Tengo un pequeño remordimiento carcomiendo mis recuerdos. Quizá mi decisión no ha sido la más acertada, no puedo parar de pensar en mis seres queridos, en todas aquellas cosas que no hice, en mis conversaciones a medias...  Pero ya es demasiado tarde, lo que en el tejado eran luces distorsionadas y formas evanescentes ahora se han convertido en formas perfectamente delineadas. Puedo ver el callejón donde voy a caer. Veo los carteles luminosos, las personas paseando, los bares repletos de jóvenes riendo. En el fondo de mi corazón me siento aterrado al pensar que todas esas personas van a ser espectadores de mi muerte. Van a ver cómo mi sangre y órganos son esparcidos por el suelo, algún curioso les sacara fotos y las colgará en Internet. A muchos les va a parecer divertida la situación y quizá alguno quede traumatizado. No es la mejor forma de suicidarse pero si nunca he tenido esas consideraciones en vida mucho menos lo haré en muerte.
Cierro los ojos y sujeto la moneda con fuerza. Entonces siento un fuerte golpe en el abdomen. Me hace contraerme, no puedo respirar. Noto como algo sube rápidamente desde mi estómago hasta mi boca, es sangre. Siento cómo mis huesos crujen de forma estrepitosa, voy a partirme en dos. Me siento inmóvil, quizá solamente mi cerebro es la lo único que sigue funcionando en mí. No puedo sentir ningún tipo de dolor. De repente siento como algo arremete contra mí. 
-Prepárate que vamos a bajar. 
Apenas soy capaz de escuchar esas palabras, literalmente se las ha llevado el viento. 
Mi rostro está siendo latigado por mechones de pelo, abro los ojos y me doy cuenta de que es es rojizo. Esta persona me está cargando sobre sus hombros, solamente puedo ver su cabello que cabalga sobre el aire y acaricia forzosamente mi cuerpo. Giro mi vista y veo que nos estamos desplazando mediante una cuerda con un enganche metálico en su extremo. No estamos balanceando sobre los edificios como si nada. Cuando la cuerda  describe una curva hasta su extremo, suelta la cuerda y toma otro punto de sujeción para aprovechar la velocidad que llevamos. Intento gritar pero no soy capaz, los sonidos no salen. No soy capaz de emitir ni una sílaba.
-Prepárate, aterrizamos ya.
Vamos disminuyendo la altura drásticamente hasta que llegamos al suelo. Ella prácticamente me arroja contra la superficie, saliendo despedido. Tirado en el suelo solamente puedo ver el cielo. Extiendo mi mano intentando alcanzar aquel gigante oscuro. Entonces me doy cuenta de que todavía poseo la mano encerrada en mi puño. Miro el resultado y comienzo a reírme. No sé que está ocurriendo, no sé si quiero saberlo, no estoy entendiendo nada; pero si de algo estoy seguro es que todo sucede por alguna razón. ¿Acaso ahora creo en el destino?