jueves, 26 de mayo de 2016

La época de preparación para la hostia que se avecina

De pequeño nunca me molestaba ver a gente exitosa. Cuando eran jóvenes lo achacaba al talento natural, más propio de la genética y de las oportunidades que te brindan tus progenitores, si eran mayores me alegraba poder argumentar que era gente curtida, entrenada, la cual había dedicado miles de horas para llegar hasta esa suerte de persona destacable dentro de de su propio colectivo. Ahora, ya rozando la veintena, todo ese argumentario vacuo, insulso y extremadamente conveniente, se ha esfumado. Y cuando en mitad de una guerra no tienes ninguna cobertura a la que agazaparte, solo te queda el sonreír mientras ves como una lluvia de balas se acerca a ti a velocidades vertiginosas. Creo que los 19 años son así, voy a llamarlo ''La época de preparación para la hostia que se avecina''

Talento y esfuerzo. Dos conceptos que separados suenan bombásticos y rimbombantes y juntos parecen un axioma más de la vida. Es curioso cómo al diluirse esta mezcla pierde todo su encanto, como si las propiedades de ambos elementos fueran puliéndose hasta llegar a un estado de equilibrio absoluto donde no existe ese brillo salvaje, esa pureza que desprenden cuando salen de tu boca. Creo que la niñez es talento y la adultez esfuerzo. Quizá estoy siendo demasiado categórico, pero creo que esos dos conceptos en su estado más puro evocan inevitablemente a esos extremos de la balanza. Aunque una cosa no excluye a la otra, existe un puto muy concreto donde ambos confluyen, donde el niño deja de ser talentoso y el adulto todavía conserva un brillo especial, para mí ese intervalo se encuentra en los veinte años.

Me gusta la metáfora de la vida como un sendero. Como fanboy de Machado no podría ser de otra forma. Un camino está lleno de vicisitudes, desde el contraste entre día y noche, recompensa y fracaso, amor y odio, encuentro y despedida, amenaza y serenidad; esas propiedades tan radicales es lo que más se aproxima a la vida, una vía en la que a veces cruzas por el medio de estos conceptos y otras te decantas por uno de lo extremos. Asimilando la vida como un camino, creo que al llegar a la veintena de edad hay un muro que corta tajantemente el sendero, un muro enorme que obstruye toda la visión. Si miras atrás solamente verás caminantes jóvenes y talentosos, gente mucho más talentosa que tú, más fuerte, más rapida, más inteligente, con calificaciones más altas, con un gran oído para la música, deportistas de élite. Si abres la puertas y miras hacia delante verás profesionales de todo tipo, desde científicos, pasando por practicantes de sexo, pescadores, emprendedores hasta poetas. Lo mágico de adentrarte en el pasillo que te brinda esa gran puerta, es que hasta que no consigas llegar al otro extremo del agujero, nunca verás lo que hay más adelante. Creo que la veintena es ese pasillo oscuro, aunque no tanto como para que no puedas ver casi a transluz qué es lo que se avecina.

A la espalda más talento que yo y por delante muchísimo más esfuerzo. En este pequeño agujero por el que casi no se puede respirar ya no valen las excusas. He llegado poco preparado y además mi talento está siendo nublado por personas que han dedicado más tiempo que yo para formarse. A la espalda el poeta que es capaz de embelesar a las personas con sus versos y en el periodista que sin llegar a la treintena domina hasta cinco idiomas. Creo que los veinte años son eso, un camino oscuro en el que la única certeza que tienes es que hay gente joven mucho mejor que tú y que independientemente de donde vayas a ir, siempre va a haber gente mejor preparada. Entre esas tinieblas nunca sabes donde vas a llegar, pero esa premisa no desaparecerá por mucho que intentes remediarlo, porque justo estás en la edad en la que talento y esfuerzo confluyen y pasan la factura.

¿Sabes qué es lo mejor de todo de tener casi veinte años? Que todavía sigues cargando con el peso de preguntas que te repites a diario cómo ¿Qué es talento? ¿Qué es el esfuerzo? ¿Dónde estoy? ¿A dónde quiero llegar? Es un poco triste que sin ni siquiera saber quién soy, tenga la certeza que mira hacia delante o hacia atrás, siempre va a haber personas mejores que yo. Muchas preguntas de la adolescencia se han quedado sin responder y lo único que me está quedando claro es que la hostia me la voy a dar igualmente.

lunes, 21 de marzo de 2016

¡No disparen al pianista!

¡No disparen al pianista!

Por falta de precisión las balas están perdidas,
desfilan, entre los rayos del sol, luces rojas y amarillas.
El soldado pierde la razón, mejor que perder la vida
y llora sin ton ni son una niña triste, sola y afligida.
-¡Que alguien calme su llanto! -grita franco el coronel.
Y de tanto en tanto un soldado raso se acerca y la consuela.
-¿Por qué llora la pitusa si no hay herida que duela?
-Son heridas del corazón, mucho peor que el dolor de muela.

Las balas se exhiben espléndidas y glamurosas,
reciben silbidos y piropos, todo va de color de rosas;
de ese rojo carmesí del que tiñe la Funesta.
''¡Ay qué ingenuos que son aclamando a esa enhiesta!''
Se lamentan algunos sin percatarse de la fiesta
mientras otros, sobre alfombra roja, gritan ''La victoria es nuestra!''.

En las filas desesperan porque el llanto de la niña no cesa,
no comprenden su dolor, la cruz de la que es presa.
No comprenden su temor, porque con palabras no se expresa
pero nada puede hacer, ya nada en su corazón pesa.

A lo lejos se vislumbra un hombre taciturno,
una mirada sombría, un traje nocturno.
Rifles miran indiscretos esperando la orden de disparar,
pero el hombre no se achanta, no para de caminar
indiscreto, indiferente, sonriendo sin cesar.
-¡Que todo el mundo se esconda, ese hombre lleva una bomba!
Pero el músico no entiende de explosivos, solo del sonido y su honda.

Entre las balas perdidas el pianista comienza a tocar
una triste melodía que todavía nadie logra olvidar,
en el teclado de un piano que parece de cristal.
Yo no voy a juzgar, si lo que hizo estuvo bien o estuvo mal.
Solo soy un superviviente más, alguien que todavía puede recordar.

''¡No disparen al pianista!'' se escucha desde los dos bandos.
''¡No disparen al pianista!'' voces al unísono de los hombres al mando.
''¡No disparen al pianista'' porque el pianista disparó
una hermosa melodía que con el llanto de la niña acabó
y él continuó tocando, con motivo de admiración,
una hermosa canción que con el fuego cruzado terminó.


Por falta de precisión las balas están perdidas,
desfilan, entre los rayos del sol, luces rojas y amarillas.
El mundo pierde la razón, mejor que perder la vida
y llora sin ton ni son una madre triste, sola y afligida.

No disparen al pianista, por favor. No disparen al pianista...

                                                                                                                            J.R. Cristian

sábado, 2 de enero de 2016

Nuevo año nuevo

Comenzamos un año nuevo, nos proponemos cosas que nunca vamos a cumplir, vamos a seguir siendo la misma persona, cometiendo los mismos fallos... Comenzamos una nueva etapa y se dice fácil y pronto pero... ¿Qué significa comenzar un nuevo año?

Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

El 2015 ha sido un gran camino, un camino de 365 días y quiero verlo como lo hace Machado, viendo en retrospectiva la senda que nunca se ha de volver a pisar. Estos días son perfectos para descansar, después de una larga travesía, nos sentamos en nuestro sillón preferido, tomando una tacita de chocolate mientras observamos ese camino que acabamos de recorrer, es en ese momento cuando te das cuenta de lo que significa vivir un nuevo año. Comenzar un nuevo año nos permite reflexionar sobre el pasado, tomar una referencia para auto analizarnos, ver qué hemos estado haciendo bien y mal. He estado un tiempo reflexionando y me doy cuenta de que acabar un año es algo grande porque te permite tener una perspectiva única sobre ti mismo. 
Yo estaba convencido de que mi vida no está cambiando demasiado, que ya he madurado, que no van a haber grandes cambios en mi vida pero visto en retrospectiva, este 2015 ha sido probablemente uno de los años más importantes de mi vida. He conocido a Murakami, a Sôseki, a Machado, a Asano. He conocido a muchísimos autores que han hecho evolucionar mi perspectiva artística, autores que estaban esperando a ser leídos, autores que estaban ahí esperando para cambiarme la vida y no ha sido hasta este fin de año que me he dado cuenta de lo importantes que han sido. Y no solo con la escritura, he descubierto el Jazz, he descubierto grandes bandas sonoras, he descubierto joyas ocultas del underground del rap. He leído guiones, gracias a Mackee, el profesor que siempre he querido tener. He escrito muchísimo, en el autobús, en un banco, en el suelo, en un parque, a orillas del mar... 
También he jugado a juegos maravillosos, he visto películas que me han hecho llorar, he leído mangas que me han dejado sin aliento.
Hasta hace poco me torturaba por haber tomado la decisión de no entrar en la universidad porque pensé que mi tiempo se detendría y que más tarde volvería para recuperar lo perdido. Pensaba que dejaría de crecer como persona, que me estaba desviando del camino correcto. Pero, viendo en retrospectiva el año, me doy cuenta de que si hubiese tomado esa decisión no habría estudiado guión, no habría comenzado a escribir una novela, no habría... Ese es el punto, ''no habría'', pero por suerte, ''he'' y gracias a ello he conocido a personas increíbles, me he dado cuenta de que soy un idiota y me he reído de ello, me he enamorado fugazmente como hacía cuando era un niño, he conocido a profesores y alumnos que me han cambiado la vida. Yo creo que del 2015 me quedo con un diálogo que tuve con mi profesora de inglés.
-Cristian, vas a lograr hacer algo grande -dijo con tono serio.
-Y tonterías -le contesté riéndome.
-Vas a hacer algo grande y tonterías .
Creo que esas líneas definen mi año. Me he dado cuenta de que yo no he nacido para hacer algo normal, yo he nacido para hacer tonterías, tonterías muy grandes. Este maravilloso año me ha servido para reírme de mí mismo, soy un idiota que pasaba por el callejón del Gato y comenzó a reírse de su físico esperpentizado en los espejos y una vez me marché me quedé con esa forma eternamente. Soy un esperpento perpetuo y es maravilloso porque eso significa empezar un año nuevo, planear cómo va a ser el siguiente año para que cuando acabe veas en retrospectiva que todo lo que ha quedado ha sido un esperpento de tu año ideal. ¿Pero sabes? Probablemente sea mucho mejor de lo que tú habías planeado.

Pero claro, no he hecho el camino solo. Si lo hubiese hecho así probablemente me habría perdido.  Y este año han habido compañeros de sendero inesperados. Especial mención a mis amigos de inglés que me han demostrado lo pequeño que soy y que ahí reside mi grandeza, en la imperfección, en la tontería. También me ha acompañado mi familia, un año más, como siempre apoyando todas las decisiones estúpidas que tomo. Mis amigos de siempre que ya forman parte de la familia, los que todavía quedan. Y los amigos nuevos que hago. Gracias a todas esas personas sé que este camino acabará en algo grande, porque son grandes las huellas que dejamos. Y sé que no me saldré del camino porque en la auriga están mi hermana y mi madre. Feliz año nuevo.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Yo were there

¿De qué te sorprendes si estuviste ahí?
Viste amanecer esas flores junto mí, en este mi jardín.
Viste germinar el sol, mi mundo crecer.
¿Crees que este castigo no debo merecer?
Si tú estuviste ahí cuando el fuego dejó de quemar,
cuando el dolor murió y al fin dejé de gritar.
Cuando, en pena, mi musa dejó de aparecer.
Cuando abril junto a mi ventana comenzó a oscurecer.

¿Por qué lloras por mi muerte si tú estuviste ahí?
No detengas tu llanto, no lo veo menester,
mas ciego soy y si de algo he de carecer
que sea de visión y no de capacidad de ser.

¿Por qué estuviste ahí?
Sigo preguntándome cada noche cuando
en luna llena vuelve mi capacidad de sentir,
y que sea así mientras recuerdes los versos que escribí.
Mientras nuestro sea el mundo
y el destino tenebroso por el que me perdí.
Porque este existencia mía te pertenece mientras así lo desees,
mientras así lo desee, mientras así te desee.
Mientras siga así esta rabia que me posee.

Y si he de gritar, por favor, escúchame
Si he de llorar, consuélame.
Si he de amar, desvélame
y hazme ver el lúgubre acontecer,
de mis tinieblas, desátame.

Y si he de morir, mátame.
Si he de morir, recuérdame.
Si he de morir, ámame,
porque sé que estarás
y dueño de ti soy.
Dueño de este eterno compás que me consuela.
Dueño de esta eterna canción
que en manos arde y en corazón vuela.

Porque tú estuviste ahí y esa fue la única razón por la que no me perdí. Por eso te amo.

Promesas Banales

Promesas banales danzan, por algún lugar extraño,
donde no han sido invitadas hoy, mañana y ni siquiera antaño.
Promesas banales bellas, de puro estaño envenenan,
con una amargura tan dulce y mordaz que hasta lágrimas queman.



Promesas banales sueñan, vuelan y en tus ojos se estrellan,
como las estrellas que brillan y brillan hasta que en la noche estallan.
Promesas banales son buenas, malas, reveldes; pero nunca fallan.
Promesas banales danzan.
Promesas banales cantan.
Promesas banales se ríen y lloran y muerden hasta que te matan.



Cuidado chiquilla, cierra tu ventana que no entren promesas banales,
que corren, vuelan, chillan y chillan y van cargadas de males.
Cuídate bien, cierra tu ventana, ya llegan las tempestades.
Promesas banales que caen de los ojos y se cuelan por tus retales.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Tiempo.

Pretérito imperfecto. Presente simple. Futuro perfecto.

Un pasado  imperfecto, pero a pesar de ello no puede cambiar, es algo inevitable; un yugo con el que debemos cargar hasta que nuestro cuerpo caiga rendido bajo tierra.
Esos fríos recuerdos que llenan nuestros ojos de impotencia y rabia, pero también enternecen el corazón, esos que se cuelan lacónicamente a través del fino cristal de la ventana, esquivando los malos momentos, y más níveos que los copos que los miran recelosos, llegan hasta tus manos. Entre el marfil, y como si de un milagro tratase, tocas esa melodía que ya ni siquiera recordabas.
El pasado es imperfecto como la vida y fruto de esa imperfección es esa sonrisa con la que le cuentas tus viejas historias, mientras él, fruto de tu vientre, te mira con los ojos centelleantes propios del niño que un día fuiste.


Un presente tan simple como la vida misma, como estar mirando el paisaje cambiante a través de la ventanilla de un autobús cuyo recorrido has hecho miles de veces. Tan simple como sentarte cada mañana en la silla de tu escritorio, tomando un café, esperando a que llegue la hora en la que tengas que partir a hacer la misma función de cada día. Como si fueras un autómata, un ser diseñado para trabajar, incapaz de distinguir entre los casi imperceptibles cambios que sufren los hilos del destino, llevando a todo el mundo por un camino sumamente enigmático. Aunque nadie se da cuenta de cuan grande pueden ser esas pequeñas acciones y cómo cada simple acción, como el respirar, crea una pequeña brisa que mueve apenas unos grados el timón de este, nuestro barco.


Un futuro tan perfecto como efímero, un pensamiento cambiante y trascendental que se encarga de variar conforme maduras. Promesas que acaban convirtiéndose en mentiras olvidadas que se las lleva los vientos de abril junto a mi ventana. Esas monedas que se tiran en una fuente y allí se quedan hasta que alguien los recoja. ¿Dónde están esos sueños que te arropaban cada noche?
Hasta que entre tañer de campanas y envuelta en retales blancos, te das cuenta de que el futuro es incierto, salvaje e indomable; y ese futuro perfecto que te enseñaron en la escuela no es más que el sueño gramatical de un pasado frustrado.

viernes, 28 de agosto de 2015

La muerte de Dios

El genio se sentó en su escritorio, iluminado por la tenue luz de un foco al que debía haber cambiado la bombilla hacía ya mucho tiempo, pero nunca lo hizo. Comenzó a escribir vivazmente, ya tenía las ideas en su cabeza, las había estado trabajando toda lo noche, solo quedaba plasmarlas en el papel y dejar fluir su imaginación al compás de su muñeca.
''La muerte de Dios''
''La muerte de la moral colectiva''
''La muerte del bien y del mal''
''La muerte de la libertad''
''La muerte de...''

Los rayos de sol ya comenzaban a colarse a través de la fina tela de esa cortina que tanto odiaba. Se tumbó sobre la cama con una sonrisa en su rostro. Esta vez podría dormir. Ya no tenía nada más que matar, pero no se daba cuenta de que solo se mataba a sí mismo.