sábado, 27 de diciembre de 2014

El club del poeta muerto

Me han nombrado muchas cosas a lo largo de mi vida.
Tantas que mi mente no alcanza recuerdo.
Me han juzgador por vivir, por amar, por mentir, por desear...
¿Acaso no miente el juglar?
¿Acaso de vida no entiende el hombre?
¿Acaso el mártir no muere?
Juzgadme por mi envidia a estos, mis hermanos.
Juzgadme por desear ya que este es el arte de un poeta.

Soy egoísta como ninguno pues me apropio de la arista de este verso decoroso.
Soy un artista, un perfeccionista, un alquimista, un mentiroso.
Soy el juglar, el hombre, el poeta y el mártir tembloroso.
En invierno escribo como el oso inverna.
Plasmo la soledad como en la oscuridad de la caverna
de este verso, de esta canción; de esta sonata eterna.

Soy un poeta vivo pero ansioso de estar muerto
por probar el amargo sabor de la vida,
el amor de una diva,
la perfecta canción del poeta que admira
ese cuadro gris y tuerto,
esa luz tímida que ilumina el puerto.
Sí, me gusta la vida, pero preferiría estar muerto.

Y es que de métrica no entiende el verso
como de amor no entiende matemática alguna.
Y que venga la ciencia con su fórmula aritmética.
¡Que venga Dios con su mentalidad hermética!
¡Que venga yo con el verso pálido!
¡Que venga el genio con el verso árido!
¡Que venga cerebro con la ley de amor válido!
Vendrá el poeta y no hablará de métrica alguna
pues en el club del poeta muerto no existe ninguna.

Soy egoísta por querer vivirlo todo y gritarlo al viento,
No temo a la vida, la muerte o la oscuridad del momento.
Si no hablamos de amor no hablamos de poesía;
sea en la vida, la muerte, la oscuridad o la travesía.