jueves, 31 de diciembre de 2015

Yo were there

¿De qué te sorprendes si estuviste ahí?
Viste amanecer esas flores junto mí, en este mi jardín.
Viste germinar el sol, mi mundo crecer.
¿Crees que este castigo no debo merecer?
Si tú estuviste ahí cuando el fuego dejó de quemar,
cuando el dolor murió y al fin dejé de gritar.
Cuando, en pena, mi musa dejó de aparecer.
Cuando abril junto a mi ventana comenzó a oscurecer.

¿Por qué lloras por mi muerte si tú estuviste ahí?
No detengas tu llanto, no lo veo menester,
mas ciego soy y si de algo he de carecer
que sea de visión y no de capacidad de ser.

¿Por qué estuviste ahí?
Sigo preguntándome cada noche cuando
en luna llena vuelve mi capacidad de sentir,
y que sea así mientras recuerdes los versos que escribí.
Mientras nuestro sea el mundo
y el destino tenebroso por el que me perdí.
Porque este existencia mía te pertenece mientras así lo desees,
mientras así lo desee, mientras así te desee.
Mientras siga así esta rabia que me posee.

Y si he de gritar, por favor, escúchame
Si he de llorar, consuélame.
Si he de amar, desvélame
y hazme ver el lúgubre acontecer,
de mis tinieblas, desátame.

Y si he de morir, mátame.
Si he de morir, recuérdame.
Si he de morir, ámame,
porque sé que estarás
y dueño de ti soy.
Dueño de este eterno compás que me consuela.
Dueño de esta eterna canción
que en manos arde y en corazón vuela.

Porque tú estuviste ahí y esa fue la única razón por la que no me perdí. Por eso te amo.

Promesas Banales

Promesas banales danzan, por algún lugar extraño,
donde no han sido invitadas hoy, mañana y ni siquiera antaño.
Promesas banales bellas, de puro estaño envenenan,
con una amargura tan dulce y mordaz que hasta lágrimas queman.



Promesas banales sueñan, vuelan y en tus ojos se estrellan,
como las estrellas que brillan y brillan hasta que en la noche estallan.
Promesas banales son buenas, malas, reveldes; pero nunca fallan.
Promesas banales danzan.
Promesas banales cantan.
Promesas banales se ríen y lloran y muerden hasta que te matan.



Cuidado chiquilla, cierra tu ventana que no entren promesas banales,
que corren, vuelan, chillan y chillan y van cargadas de males.
Cuídate bien, cierra tu ventana, ya llegan las tempestades.
Promesas banales que caen de los ojos y se cuelan por tus retales.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Tiempo.

Pretérito imperfecto. Presente simple. Futuro perfecto.

Un pasado  imperfecto, pero a pesar de ello no puede cambiar, es algo inevitable; un yugo con el que debemos cargar hasta que nuestro cuerpo caiga rendido bajo tierra.
Esos fríos recuerdos que llenan nuestros ojos de impotencia y rabia, pero también enternecen el corazón, esos que se cuelan lacónicamente a través del fino cristal de la ventana, esquivando los malos momentos, y más níveos que los copos que los miran recelosos, llegan hasta tus manos. Entre el marfil, y como si de un milagro tratase, tocas esa melodía que ya ni siquiera recordabas.
El pasado es imperfecto como la vida y fruto de esa imperfección es esa sonrisa con la que le cuentas tus viejas historias, mientras él, fruto de tu vientre, te mira con los ojos centelleantes propios del niño que un día fuiste.


Un presente tan simple como la vida misma, como estar mirando el paisaje cambiante a través de la ventanilla de un autobús cuyo recorrido has hecho miles de veces. Tan simple como sentarte cada mañana en la silla de tu escritorio, tomando un café, esperando a que llegue la hora en la que tengas que partir a hacer la misma función de cada día. Como si fueras un autómata, un ser diseñado para trabajar, incapaz de distinguir entre los casi imperceptibles cambios que sufren los hilos del destino, llevando a todo el mundo por un camino sumamente enigmático. Aunque nadie se da cuenta de cuan grande pueden ser esas pequeñas acciones y cómo cada simple acción, como el respirar, crea una pequeña brisa que mueve apenas unos grados el timón de este, nuestro barco.


Un futuro tan perfecto como efímero, un pensamiento cambiante y trascendental que se encarga de variar conforme maduras. Promesas que acaban convirtiéndose en mentiras olvidadas que se las lleva los vientos de abril junto a mi ventana. Esas monedas que se tiran en una fuente y allí se quedan hasta que alguien los recoja. ¿Dónde están esos sueños que te arropaban cada noche?
Hasta que entre tañer de campanas y envuelta en retales blancos, te das cuenta de que el futuro es incierto, salvaje e indomable; y ese futuro perfecto que te enseñaron en la escuela no es más que el sueño gramatical de un pasado frustrado.