lunes, 1 de junio de 2020

La iglesia del barrio

Al final nada era como esperaba
y mamá repetía que no era su día.
Los cítricos colgando sobre los naranjos
y la ancianita decía que no los tocara.
Y todas las tardes sonaban campanas
y todas las tardes pensaba en mi hermana.
Y cada mañana cuando amanecía
comprobaba en la casa que nada faltara.

No llores mi niño, la gente es muy fría,
rezaban a Dios que secuelas dejara,
porque era muy listo y aunque ya haya acabado
algo aprendí que todavía me ampara.
Y nara nanara, naná nananara,
rezábale a Dios todo lo que he olvidado.
Le agradezco cada día día el haberme escuchado,
empujándome al cielo de aquella manera.
Cayeron naranjas, cayeron fronteras,
cayó algún hermano y perdí las maneras;
mi madre no está triste, mi hermana no frena
y suenan las campanas dentro de peceras.