Lluvia de estrellas

Lluvia de estrellas I

Os voy a contar una historia que reside en el fondo de mi corazón, custodiado por pequeños soldaditos que se encargan de proteger mis secretos. Es una mágica y extraña historia de cómo sucesos tan extraños y extraordinarios pueden cambiar el rumbo de tu persona y vida.

Dicen que los relatos más tristes ocurren en esos gélidos días de invierno donde se forma escarcha sobre tu nariz y la nívea nieve desciende del cielo como las lágrimas mismas. Ocurrió en un frío y largo invierno donde las calles eran solitarias y sombrías. Yo era bastante joven por aquel entonces y recuerdo que me gustaba escribir. A veces caminaba por las frías calles observando la belleza de lo silencioso y siniestro. Por las noches los copos de nieve descendían hasta chocarse contra las cúpulas de cristal de las farolas; el calor que emana de su tímida luz hace que el hielo se descongele poco a poco. Me parecía curioso ver como el agua cambia de estado constantemente rigiéndose por la temperatura del ambiente... contra su propia voluntad.
Cuando encuentras el calor que solamente la noche es capaz de aportarte, hasta el más frío copo cede y se derrite. Así fue como la vi por primera vez. 
Iba caminando por un camino montañoso iluminado por la tenue luz de las farolas. Gracias a la ubicación de los pinos era capaz de ubicarme hasta en lo más profundo de la noche. Recuerdo que aquel día las temperaturas eran especialmente bajas y apenas era capaz de encontrar algún zorro corriendo por el lugar. Sería mentir si dijese que no me gusta el frío, me aporta nostalgia y soledad, -la cual a veces necesito para inspirarme y encontrarme a mí mismo-. Mis botas crujían al compás de mis pasos y así mi mente se perdía a lo largo del trayecto, pero en un momento inesperado comencé a escuchar un extraño ruido. De forma instintiva me agaché y busqué cobertura en la roca más grande y cercana que tenía y desde ahí miré a los alrededores. Sin duda era una voz humana que parecía reírse. Pero sin duda había algo más, después de tantos años viviendo en zonas nevadas, puedo distinguir el roce del calzado contra la nieve, sin duda estaba escuchando el desplazamiento de la nieve, pero un sonido muy ligero. Seguí buscando coberturas hasta que finalmente encontré un pino desde el cual podría ver lo que estaba ocurriendo. Bajo la luz de una farola estaba ella. Su blanca piel y cabello brillaban intensamente. A pesar de ser un día tan helado, allí había una extraña chica girando sobre sí misma con las manos alzadas al cielo y riendo. A su alrededor caían copos de nieve y junto la luz de la farola parecía que danzaba bajo una lluvia de estrellas. Estaba desnuda, sí, completamente desnuda, gracias a ello pude contemplar la fragilidad y delgadez de su cuerpo, cabe destacar que era preciosa. Ella seguía girando sin percatarse de mi presencia, pero en uno de esos giros nuestras miradas se  juntaron, en esos escasos segundos, sus verdes ojos perdieron el rumbo y finalmente se desplomó en el suelo. Sin pensarlo dos veces, me quité mi gran chaqueta de piel, se la puse de forma delicada, la cogí e intenté juntar nuestros cuerpos en la mayor medida para mantener su temperatura. Era muy liviana y mi abrigo la cubría entera pero su largo pelo era difícil de ocultar. Si alguien me veía trasportando el cuerpo deesnudo e indefenso de una joven iba a suponer un gran problema. Por suerte mi casa estaba cercana y  mis padres no se encontraban en casa; de hecho mi padre no iba a llegar en todo el invierno.  Recuerdo que vivía en una urbanización que estaba formada por una gran calle larga con casas a los lados de forma  paralela -como en las películas americanas-. Mi casa era muy rústica y tenía una gran chimenea de leña donde la joven desconocida podría calentarse. Tras cruzar rápidamente la puerta principal, me dirigí al salón  donde coloque su cuerpo en un sofá cuya parte frontal coincidía con la chimenea y acto seguido fui a la cocina a preparar dos tazas de chocolate caliente. Había estado corriendo un largo camino así que me senté a su lado mientras el chocolate se calentaba. Cuando estuve un poco más relajado comencé a pensar sobre lo que acababa de ocurrir. La miré con curiosidad y miedo. ¿''¿Y si ha muerto de hipotermia? ¿Y si acaba de escaparse de un psiquiátrico? Quizá estaba intentando suicidarse... '' Perdido en mis pensamientos no me di cuenta de lo que iba a ocurrir a continuación. Noté una un pequ
eño roce en mi pierna y cuando quise darme cuenta unos grandes y serios ojos verdes me miraban con un brillo e intensidad que me dejaron sin aliento...

Lluvia de estrellas II

us ojos me miraban de una forma tan intensa que mi cuerpo se paralizó hasta el punto que mi corazón comenzó a latir lentamente. La expresión de su rostro cambió drásticamente, todavía conservo la imagen mental de su sonrisa, tan pura, tan cálida, tan relajante... Tras removerse un poco, se sentó a mi lado, colocó su cabeza sobre mi hombro  y comenzó a dormir plácidamente. Después de esa sonrisa, las palabras no fueron necesarias, tras percatarme de que ella seguía con vida, simplemente me sentí seguro y convencido de que ese era el inicio de una nueva historia. Era una situación muy extraña pero el poder estar a su lado me hacía sentir de una forma indescriptible; sin duda supe que esa chica era especial... o al menos eso me hizo sentir.
El tiempo avanzaba lentamente, entre los latidos del corazón de aquella chica y el constante tic tac del reloj, consiguieron que fuera adormeciéndome hasta que mis párpados se cerraron. No recuerdo que soñé o como desperté, pero recuerdo el ruido de las llamas al chisporrotear sobre la madera prendiendo, el olor natural de la leña consumiéndose y la luz cálida de la chimenea. Así desperté con una tranquilidad digna de un oso que ha estado hibernando durante todo un invierno. Mientras me desperezaba me di cuenta de que mi acompañante de siesta no estaba. Me levanté para buscarla pero no fue necesario. Allí estaba ella sentada en una silla con una taza sobre sus manos y otra en la mesa. Con una mano jugueteaba con su pelo mientras me miraba fijamente sin cambiar la expresión seria de su rostro. Me levanté, me senté en frente de ella mirándola fijamente.
-¿Te encuentras mejor? No se si debería preguntarlo... Pero después de lo que estuviste haciendo en la nieve creo que me debes una explicación - dije de forma tranquila para no asustarle.

Ella simplemente se limitaba a mirarme fijamente mientras bebía de su taza. No se por qué pero me resultaba extraño el color tan intenso de sus labios, comparado con el resto de su cuerpo. No podía dejar de mirarlos.
-¿Te gustan? - dijo mientras ladeaba la cabeza con cierta curiosidad.
Esa pregunta me dejó desconcertado...
-Simplemente me gustó la noche... Estaba tomando un baño cuando me di cuenta de que estaba nevando, entonces recordé una película donde una joven ,con zapatos de cristal, bailaba bajo una tormenta nevada.

De repente se levantó, comenzó a danzar por todo el salón mientras tarareaba una canción.  Se movía sin cesar de un lado a otro mientras imitaba los pasos que seguramente recordaba de aquella película. En ese momento llegué a la conclusión de que esa chica estaba loca. Definitivamente tendría que llamar a la policía, a un psicólogo o tal vez se había quedado así tras ir desnuda con esas bajas temperaturas...
-Que sepas que te dejo observar este espectáculo gratis porque me has preparado este chocolate caliente. Me gusta lo dulce.
-¿Por qué bailabas a esas horas y ... ?Ya sabes... desnuda.
-Ya te lo he dicho, me estaba bañando y decidí actuar rápido. Nadie sabe el cielo se puede enfadar y dejarme sin baile.
-No creo que el cielo se vaya a enfadar porque le hagas esperar un poco.
-¿Viste lo bonita que era la nieve junto a la tenue luz de las farolas?

Fue corriendo hasta la chimenea y se agachó en frente de ella.
-Así que tú eres el culpable de haberme hecho dormir tan plácidamente eh ...
-¿Sueles hablar con chimeneas? -dije en tono sarcástico.
-Ya lo tengo. Me marcho. Espero que no te importa que me lleve tu abrigo. No creo que te guste que tus vecinos vean salir a una chica desnuda de tu casa. Tampoco me gustaría morir de frío, aunque no me importaría si vieneses a buscarme de nuevo.

Salió corriendo hasta la entrada, abrió la puerta como si le fuese la vida en ello y tal como vino se fue. Me asomé por la entrada para... siendo sincero, todavía desconozco por qué lo hice.
-¡Por cierto, me llamo Evel! ¡La próxima vez me prestas unos zapatos!

Si tuviese que decir con una palabra como sentí en ese momento no podría, así que elegiré dos: Curiosidad, desilusión...


Al día siguiente me desperté y estaba convencido de que la volvería a ver. Su presencia me causó demasiado curiosidad, así que me vestí,  desayuné un té caliente y me preparé para un pequeño viaje. Mi casa era grande y tener que preparar una mochila para estar un día entero fuera, me llevó bastante tiempo. Vestí un abrigo bastante peludo y unas botas resistentes. Mi cabello era negro y corto pero a pesar de ello tenía un flequillo considerable, gracias a ésto lograría pasar desapercibido si utilizaba una capucha lo suficientemente profunda. Mamá volvía en dos días, así que no tenía mucho tiempo para desentrañar el misterio sin ser interrogado por las preguntas comprometedoras de una madre... Tú ya me entiendes. Llené una mochila con papel para apuntar, algún bolígrafo, un mechero, comida ''basura'', y lo más importante: un termo con chocolate caliente. Salí por la entrada principal, cerré la puerta con firmeza y entonces me percaté de un detalle que simplemente cambió mi vida por completo... me había dejado las llaves dentro de casa.
Mi misión de ''búsqueda de la loca'' se convirtió en ''supervivencia durante dos días''. En ese momento maldecí todo cuanto pude, pero era consciente de que tendría que encontrar algún lugar donde pasar la noche. Aquel pueblo estaba poco habitado y no sería mentir si dijera que no conocía a nadie. No podía simplemente pedirle a alguien me dejara quedarme en su casa dos días. Mis padres se encontraban bastante lejos, así que sería una pérdida de tiempo llamarlos. Yo rescaté a esa chica cuando podría haber muerto así que me debía un favor. Sonaba triste, pero tenía que ir a buscarla para ser rescatado por ella...
Tras estar media hora desfilando por una calle que parecía inacabable y llamando a cada puerta preguntando por Evel, me di cuenta de que no la encontraría fácilmente. Entonces decidí usar las pocas neuronas que todavía mantenía sin congelar  y llegué a la siguiente conclusión: alguien que se estaba bañando y sale desnuda al bosque, no puede vivir muy lejos de él, en caso contrario moriría.
La calle se extendía hacia el sur y el bosque hacia el este, así que rehíce mis pasos y me dirigí donde mi intuición me guiaba.
Mientras mi mente indagaba sobre lo sucedido, di un paso en falso y la nieve que cubría mis pies comenzó a deshacerse y caer colina abajo. Intenté salir de ahí como pude, pero todo fue en balde. Casi sin poder reaccionar, mi cuerpo comenzó a rodar cuesta abajo, llevándome por delante la nieve, los golpes de las piedras y algún arañazo de las ramas. Creo que en mi vida he sentido tanto dolor como en aquel momento. Mi cabeza giraba frenéticamente y apenas tuve tiempo par sentir todas las heridas que había sufrido; pero cabe destacar que sentía un fuerte dolor en las costillas. Estaba tirado en el suelo con la vista perdida en el cielo. Rocé mi mano por la zona donde me dolía y al mostrármela, tenía el guante lleno de sangre. Tendido sobre la nieve miré al cielo para observar como los copos descendían lentamente, hasta posarse sobre mi rostro. Recuerdo esa sensación de frío tan suave que solo puedes experimentar cuando tu cuerpo está totalmente entumecido por el dolor. En aquel momento solo quería que mi cuerpo se congelase y dejase de sangrar y doler. A pesar de lo sucedido estaba sonriendo, creo que en ese momento acepté mi muerte y estaba preparado para ella. Mientras disfrutaba de la sensación de frío sobre mi rostro, cerré los ojos... esa sensación duro poco. Sin previo aviso y sin hacer ningún ruido, algo fino y sedoso se deslizaba por mi rostro...
  


Abrí los ojos lentamente y pude ver como unas fonas fibras blancas se balanceaban sobre mi rostro.
-¿A ti también te gusta observar el cielo?
Esa dulce voz me era muy familiar.
-¿Evel?
-Supongo que ese es mi nombre. Deberías tener cuidado cuando observas la nieve, si te quedas mucho tiempo ahí tirado, morirás de hipotermia.

Sin decir una palabra más comenzó a tirar de mi capucha arrastrándome por la nieve. Me dolía mucho la pierna, pensaba que me la había roto. Al comienzo llevaba un ritmo muy ameno, pero poco a poco fue ralentizándose. Tras llevar un buen rato escuchando sus pasos y mi cuerpo siendo deslizado por la nieve, cada vez sus jadeos se hacían más notables. <¿Será asmática?> Perdía la cuenta de cuanto tiempo estuvo cagándome, pero sentí un gran alivio cuando escuché el sonido de un timbre. Se abrió una puerta.
-¡Ah! ¿Qué demonios has hecho?-dijo una voz femenina con intensidad.
-Me lo he encontrado en el suelo... No he hecho nada.
-Algún día se me irá la pinza y te enterarás de lo que es bueno... Ayúdame a llevarlo al estudio.

<<¿Estudio, qué narices me van ha hacer?
Estaba en un estado tan deplorable que ni si quiera podía moverme por mí mismo, no recuerdo nada de lo que vi en ese primer momento. Me tumbaron en una mesa metálica y allí me desvistieron la parte superior de mi cuerpo.
-Tienes atravesada una pqueña rama que ha provocado una hemorragia. No ha dañado ningún órgano. Tienes varias costillas levemente fracturadas.  Has sufrido un tirón en el cuádrieps pero no has sufrido desgarro muscular... No hay ninguna lesión grave que no podamos solucionar con un buen tratamiento y reposo.

Podría contar cómo me curó las heridas, me vendó, etc; pero no creo que sea necesario.
Cuando acabó de tratarme me ayudó a sentarme y al fin pude tener un momento un tanto efímero para fijarme en mi entorno y describirlo mentalmente. Recuerdo que parecía,o más bien era, un laboratorio. Había muchas estanterías y armarios con muchas sustancias químicas , tubos de ensayo, microscopios, etc. <<¿Qué clase de aburrido mental tiene un laboratorio en su casa?>> Cuando me incorporé para observar a aquella mujer me di cuenta de que estaba en frente de una científica. Su cabello era castaño con alguna mecha rubia, lo tenía recogido a la altura del cuello. Su piel era blanca pero no tan nítida como la de Evel.. Sus ojos destellaban curiosidad con un color avellana precioso.
.¿Cómo te llamas? -dijo mientras sostenía su rostro con una mano y la otra la utilizaba para escribir en una pequeña libreta.
-Édel.
-¿Conoces a Evelina?
-Sí el otro dí...
-Dime todo lo que sepas de ella, las sensaciones que te transmitió, su comportamiento... -dijo interrumpiéndome.

Le conté todo mientras ella tomaba apuntes.
-¿Así que bailando en la nieve desnuda? Creo que he estado haciendo algo mal.
-¿Ese comportamiento es normal en ella?
-Supongo que en parte es culpa mía por no haberla enseñado como madre... Aunque a veces manca de sentido común.
<<¿Qué? ¿Madre?>> No tenían ningún rasgo en común, no se parecían absolutamente nada.
-Viendo tu cara puedo interpretar que te has sorprendido. Bueno de momento te dejaré descansar. Tómate tu tiempo.

Cogió los documentos y salió de la habitación. Me sorprendió lo moderno que era el dúplex. La casa estaba ordenada milimétricamente, las paredes estaban llenas de cuadros. Con lo lento que me movía pude disfrutar de algunos de estos. Hubo uno bastante grande de metro de ancho aproximadamente, donde había pintada una cascada de donde caían esferas. Era un poco extraño, pero era simplemente precioso y cuidado al detalle. En un primer momento pensé que la familia tendría contratado algún pintor famoso debido a la estrella de David que había pintada en cada cuadro. Todos los muebles tenía formas extrañas, como una estantería con forma de cisne. Menudos son estos diseñadores contemporáneos... No tardé mucho tiempo en llegar a la conclusión de que estaba siendo testigo de una operación ilegal encubierta por alguna empresa millonaria o incluso el estado, por aquel entonces tenía muchísima imaginación. Cuando Evel me vio, me ayudó a desplazarme al segundo piso. El pasillo era oscuro y largo, con habitaciones a los lados. Continuamos caminando hasta llegar a su habitación. Estaba pintada de color azul cielo. Estaba muy bien iluminada y decorada con muchos cuadros, algún póster con fotografías de paisajes muy bonitas, incluso páginas de libros arrancadas. <<Seguro que es una artista loca, la pura antítesis de su madre>> Me sorprendió ver su cama adornada con peluches de animales y esas cosas que las chicas suelen tener en su habitación. Pegado a la pared del fondo, había un escritorio con un flexo de estudio. Me acerqué y sentí un fuerte escalofrío al poder ver un boceto donde un hombre estaba tirado en un suelo de nieve negra, éste hombre alzaba su mano al cielo pero por alguna razón la composición estaba congelada. Todo lo terrestre estaba pintado con tonos fríos y ausencia de movimiento, en cambio el cielo era de un naranja muy cálido y con gran movimiento. Los copos de nieve ascendían desde la parte inferior de la composición hasta la superior, de forma que desafiaba las leyes de la gravedad; lo más curioso de esa nieve es que estaba representada en forma de destellos de luz. El cielo de ese cuadro estaba vivo... mientras que yo simplemente me congelaba en ese suelo oscuro. Sí, supe que era yo, y lo que más me sorprendió fue que lo había hecho mientras su madre me curaba.
-Sí, eres tú congelado en un mundo que te retiene.
-¿El cielo.... vive?
-Sí.

Pasamos la tarde charlando  sobre arte. Ella era una joven artista. Me contó que todos los cuadros que vi colgados eran suyos. Ella tenía una característica forma de pintar donde deformaba la realidad. Simplemente estaba conversando con una genio. Cuando hablaba y en su comportamiento podía observar que ella interpretaba la realidad como quería pero no por ello la evadía. Sin duda ella la personas más curiosa que había conocido. Me dijo que no le gustaba cómo era la realidad, prefería verla de un modo diferente.
-Deberías quedarte un tiempo. Ya sabes... no deberías marchar en tu estado de salud-dijo mientras jugaba a entrelazar sus mechones de pelo con sus dedos y desviaba la miara.

Por primera vez la vi insegura y esto hizo que mi corazón se derritiese. Me dejó totalmente bloqueado sin saber cómo actuar. Era tan bonita cuando se veía indefensa...
-¡Decidido! Te cuidaré durante tu recuperación.

Tomó mi mano y me miró directamente a los ojos, brillaban con una intensidad digna de la mismísima luna. Pero entonces me percaté de algo, estaban saliendo finas y delicadas lágrimas de sus ojos.
-¿Por qué lloras?-dije en el tono más tranquilizador que pude.

Entonces comenzó a reírse.
-No lloro, si no río.
-¿Por qué?
-Porque soy feliz. Voy a prepararte la habitación.

Como siempre se fue corriendo. Decidí ir a hablar con su madre para parovechar esa oportunidad de satisfacer mi curiosidad. Bajé las escaleras como buenamente pude y en el salón me encontré a su madre.
-Em...
-Oriana, Oriana Cirinade. Sé que tienes muchas preguntas que hacerme, yo también las tendría, pero hay algunas preguntas que harán que te adentres en un círculo cerrado donde no hay salida. ¿Conoces el dicho de: la curiosidad mató al gato? No te voy a negar el saber, pero cuidado de no caer en la desesperación.

Ella me aportaba mucha seguridad y sabía que era una advertencia. No sé qué estaba sucediendo, pero como ella bien dijo, el querer saber conlleva a acabar en asuntos que no conviene conocer. En el momento que la vi bailando bajo la lluvia de estrellas comprendí que quería saber más de ella. Quizá hoy me arrepienta de haber tomado esa decisión, o quizás no. Pero creo en el destino ya que éste nos hizo salvarnos mutuamente.

Lluvia de estrellas IV

En esta vida hay que arriesgarse y encontrar nuestros propios problemas para así hallar soluciones y progresar como persona.
-A pesar de que sois madre e hija no os parecéis en nada. ¿Y por qué un laboratorio en casa?

Sacó su cartera del bolsillo del pantlón y me mostró la foto de un hombre. Su cabello era castaño oscuro, como sus ojos. Su piel era morena.
-Es Harold, su padre, o más bien era.

'' Eva nació hace diecisiete años. Nos sorprendió sus ojos grises. Era extraño ya que ninguno de nosotros dos teníamos familia con esas características físicas. Conforme fue creciendo sus ojos se volvieron lentamente azules y su pelo pasó de un color rubio a uno blanco. Siendo sincera, el aspecto de nuestra hija creó bastante desconfianza en nuestra relación. Como mi marido era científico, comenzó a estudiar a Evel y su cuerpo. Al cabo de un tiempo, llegó a la conclusión de que ella sufría mutaciones espontáneas. Simplemente era algo que científicamente no tenía explicación. Harold era un científico muy famoso que hizo grandes avances en el campo científico. Era reconocido por muchos científicos contemporáneos y se dedicaba a dar clases en una prestigiosa universidad. Dejó todos sus proyectos de lado, invirtió mucho dinero en el estudio de Evel. Comenzó a encerrarse en un pequeño laboratorio que compró. Yo quise ayudarlo y comencé diversos estudios en la universidad. En mis tiempos mozos yo era una escultora, pero decidí cambiar mi estilo de vida para compartir con mi marido lo único por lo que estaba mostrando interés. Conforme avanzaba en mis estudios conseguí ser aceptada en su laboratorio. Poco a poco fui superando a todos los científicos que tenía contratados. Se fueron marchando uno a uno. Al final solo quedamos Herald y yo. En ese momento él era muy superior en conocimientos, pero conforme fuimos avanzando, le superé. Yo iba comprendiendo cosas que él era incapaz de entender; quizá porque después de haber estudiado arte tenía una mente más abierta. Mientras yo mejoraba día  a día, el cometía por superarme. Llegó el día donde simplemente no pudo mantener mi ritmo y me abandonó. Comenzó a frecuentar bares, dejó el trabajo, sus estudios científicos. Llegaba casi siempre ebrio a casa y no nos dirigía ni una sola palabra. Un día fui al laboratorio y cuando encendía la luz lo vi tirado en el suelo; también  había una botella de etanol,  de noventa grados de concentración, vacía. Yo no lloré por su muerte porque Harold había muerto por encontrar sus propios límites y no poder superarlos o asimilarlos y por esta razón me abandonó. Abandoné el laboratorio y decidía pasar un tiempo en casa. Allí me di cuenta del gran fallo que había cometido como madre. Cuando le dije a Evel que papá había muerto, ella asintió con la cabeza y siguió dibujando. Me acerqué  a ella para preguntarle qué estaba dibujando. Me dijo que estaba representando la relatividad del tiempo. Había dibujado un reloj con alas de mariposa con unas agujas que se movían muy rápido y ésta se encontraba en un entorno gris cuyo tiempo no fluía. Ahí me di cuenta de que Evelina era una genio. Su forma de hablar, de expresarse y de pintar, no eran normal en una niña de once años.
No sabía sus gustos, intereses, cualidades... Me di cuenta de que sus propios padres la habían tratado como un experimento y no como la amada hija que era. Sí, sus células presentaban características únicas en toda la historia, pero se nos olvidó un principio de la genética básica: cada humano es único e irrepetible. Mientras yo observaba esa escena con lágrimas en los ojos, ella se levantó, puso el dibujo en mis manos y dijo: yo soy esa mariposa. Ella ere esa mariposa cuyo tiempo se agotaba en un mundo donde el tiempo se agotaba. Simplemente había perdido el tiempo de mi hija, que no corre, si no vuela.
Desde ese día decidí que nos mudaríamos a una casa donde pudiese investigar sin tener que desplazarme a un laboratorio. Así he descubierto cosas como que ella se agota pronto, sus huesos son más frágiles, tiende a caer enferma, es muy inteligente y no se si es cuestión de su organismo, pero tiende a deformar la realidad a su antojo. Quizá eso lo heredó de mi pasión por el arte.''

Con todo lo que me había contado logré comprender muchas cosas que antes no podía. Pero ciertamente me encontraba en un círculo del que no podía salir. Ahora tenía la necesidad de conocer más a Evel.
-Que yo no haya conseguido llegar a ella no significa que tú no puedas, por esto te he contado toda esta historia.
-Lo voy ha hacer, pero no por lo que me hayas contado, si no porque para mí ella es especia y quiero conocerla más. ¿Podría quedarme aquí un tiempo? Aunque tendría que avisar a mi madre, aunque está de viaje...
-Claro que puedes. Puedes usar el teléfono tanto como quieras. Siéntete como en tu casa. -con lágrimas en los ojos y una sincera sonrisa  se levantó y se marchó.

Mi corazón estaba sobrecogido por todo lo que había tenido que pasar esa pobre mujer... Renunció a su pasión, su tiempo, su trabajo para poder mantener una familia unida y simplemente lo perdió todo. En ese momento comprendí por qué me advirtió que querer conocer no siempre es bueno. Hay problemas en los que una vez entras no encuentras salida.
Confirmé que mi madre no llegaba hasta dentro de medio mes. Subí las escaleras para encontrar mi habitación, aunque sinceramente quería verla. Noté algo húmedo que deslizaba por mi rostro. Pasó mis dedos por mi piel y comprobé que estaba mojada. Estaba llorando...



Lluvia de estrellas V

Los días pasaron y nada sucedía. El tiempo estaba congelado, qué ironía. Ya me había curado completamente de mis heridas. Les estaba muy agradecido por el cuidado que me habían aportado. Evel me dijo que la llamara ''Eva'', el nombre de la primera mujer de la historia. Ya se acercaba el momento en el que mi madre llegaría y tendría que volver con papá a la rutina. Eso significa un año sin verla.
La mañana comenzó un poco aburrida. Después de desayunar fui al baño, allí estaba Eva lavándose los dientes. Cuando me vio, soltó el cepillo de golpe y me sonrió de forma exagerada. Eso mezclado con la pasta de dientes en su pova, provocó que comenzara a reír de forma desmedida. Ella se contagió y comenzó a reírse y el cuarto de baño quedó echo un desastre. Fuimos a por una mopa para limpiar el suelo y ella comenzó a bailar con el palo.
-¿Te apetecería venir conmigo a ver luces?
-¿Luces?
-Sí, el cielo, que proyecta las ilusiones de las personas.
-Más bien se trata de estrellas.
-Te equivocas, si observas las luces con detenimiento podrás percatarte de que tus ilusiones y sueños brillan en el cielo-dijo mientras se colocaba detrás de mi y sujetaba mis manos.- Sueeñooos.

Era mi último día y tuve que ordenar y limpiar la habitación que había ocupado durante ese tiempo. A la hora de comer nos reuníamos en el salón para comer, aunque el sentimiento de familia brillaba por su ausencia.
-Hoy te marchas,¿no?
-Sí, estoy muy agradecido por su hospitalidad y cuidado.
-Créeme, debería agradecértelo yo.
-Hoy Édel y yo iremos a contemplar las estrellas. Volveré tarde.

Se hablaban de una forma tan fría...
Llegó la noche y yo había preparado todo en mi mochila para ir a casa. Era normal que nunca me percatase de que había una casa en aquel pueblo, estaba totalmente apartada de la urbanización. Nos reunimos en la entrada de la casa y me sorprendió que ella no traía un telescopio ni ningún utensilio para poder ver astros.. La noche era una de las más frías de aquel duro invierno y por ello decidimos vestir prendas cálidas y lanosas.  Me sorprendió verla con una trenza ya que era la primera vez que la veía sin el pelo suelto. Su rostro era tan perfecto...  Tras caminar por un sendero lleno de pinos que impedían el avance de la luz lunar. Dicho luz se colaba tímidamente entre las ramas y creaba una sensación relajante.  Llegamos a una colina donde en el punto más alto había dos rocas lo suficientemente grandes como para poder sentarnos. Las vistas desde ese punto simplemente eran perfectas. No había ningún árbol que obstaculizara la visión, y al ser un punto alto se observaba la luna tan cerca que podría tocarla con la punta de mis dedos.
La nieve descendía lentamente y se iba posando sobre las turgentes ramas de los árboles. Poco a poco su masa iba aumentando hasta el punto que esta cedía y dejaba caer la nieve. Recuerdo un momento donde ésto sucedió y Eva instintivamente se abalanzó sobre mí del sobresalto. Entonces me abrazó y sentí su calor. Mi corazón comenzó a latir fuertemente. Señaló a la luna.
-No quería ver sueños contigo, si no vivirlos. ésta era una excusa para compartir contigo nuestros últimos momentos. No quiero que te vayas -dijo en voz suave.
-El año que viene volveré.
-El tiempo no es el mismo para todos.
-¿Y si deseamos fuertemente volver a vernos? Tú misma me dijiste que las estrellas son sueños que siempre brillan.
-Hagamos este juramento bajo la luna. Cuando vuelvas nos reuniremos aquí y observaremos nuestros deseos.
-Lo juro por esta preciosa noche.
-Séllalo con un beso que nunca olvide.

Esas palabras fueron escuchadas por mi corazón. Simplemente la amaba. La miré a sus preciosos ojos azules y acercamos nuestros labios. Cuando estuve a punto de besarle, vi un destello fugaz. Los dos nos giramos rápidamente y miramos hacia el cielo. Vimos como unas luces ascendía a gran velocidad hacia el cielo. En un comienzo pensé que eran aviones del ejército, pero su formación era demasiado irregular.
-¡Son estrellas, sueños! -dijo mientras brincaba.

Cuando alcanzaron un punto alto, comenzaron a descender dejando tras de sí un halo luminoso.
-¡Están cayendo, sígueme!

Aquellos astros comenzaron a descender a una gran velocidad. Conforme se acercaban al suelo disminuían su volumen. Eva cogió mi mano y comenzó a correr cuesta abajo. Pisó en una parte donde había hielo y resbaló. Estuvo a punto de caer pero tiré de su mano e intercambié posiciones. La abracé fuertemente mientras caíamos para evitar que se dañara. Notaba como las piedras y el hielo golpeaban mi espalda, pero no dolió porque ella estaba bien. Cuando terminamos de caer se levantó rápidamente y yo le seguí. Entonces la miré y su trenza ya no estaba, su cabello estaba arrancado y se había quedado sobre la altura de sus hombros.
-¡No!-dije gritando.

Ella era muy frágil, su organismo era diferente. ¿Por qué la dejé correr descuidadamente? ¿Qué me había ocurrido para cometer tal irresponsabilidad? Ella pasó una mano sobre su cabello y comenzó a llorar. Simplemente en ese momento podría haber muerto. Preferiría morir a verla llorar. La abracé fuertemente mientras ella sollozaba contra mi pecho. Entonces miré al cielo y vi algo que todavía no se que era. Aquellas luces conforme más se acercaban se convertían en masas de polvo o gas. Es como humo pero de un aspecto mucho más denso. Eva fue corriendo a aquella explanada donde estaba precipitando ese polvo y extendió las manos para recogerlo.
-¡Son sueños y son cálidos! -dijo mirándome con la expresión de ilusión digna de un niño que abre un regalo.
-Juro bajo estos sueños que el nuestro ascenderá al cielo y nos veremos aquí dentro de un año.

La abracé y fundí mis labios con los suyos. Aquella era una promesa que iba más allá de la palabrería y promesas vacuas. Le ofrecí mis labios, mi cuerpo, mi calor. Era una de esas promesas que nunca mueren.
-Los sueños son como tus labios, parecen fríos e inalcanzables, pero cuando están cercanos se vuelven cálidos y dulces.

Nos quedamos allí hasta muy tarde, disfrutando de la noche como los jóvenes enamorados que éramos.
Tenía que volver a casa. Me despedí de ella y marché feliz porque ella sonreía. En realidad yo tenía miedo. Había comprobado lo frágil e inestable que era su cuerpo. ¿Y si no lograba aguantar un año? ¿Y si se olvida de mí? ¿Y si se mudaba? Eran preguntas a las que no podía obtener respuesta en ese momento y quizá nunca lo hice.


Lluvia de estrellas VI

Todo lo que se va, vuelve. O eso dicen. Fue el año más largo de mi vida.  Llegaron las vacaciones y volví a la urbanización. Otra vez estaba solo. Cuando llegué me sorprendió la ausencia de cambios. El tiempo se detuvo durante mi ausencia.
Dejé el equipaje en casa. Estaba nervioso. Quizá ella no volvería a aparecer o se cansó de esperar. Son esos momentos en los que te deprimes pensando en mil historias sin percatarte de que la solución es tan simple como el problema. Como era mediodía quizá no estaba en casa, así que decidí escribir lo que ahora mismo estás leyendo. Era consciente de que más tarde tendría que redactar un final, aunque quizá nunca lo haría. Estuve ahorrando todo el año y le compré un colgante con forma de mariposa, tallado en esmeralda.
El día comenzaba a oscurecer y decidí dar un paseo por las solitarias calles. Primero fui al lugar donde esta historia comenzó. Recorrí el mismo camino que en su momento. Debido a la nieve, el sendero apenas tenía forma, pero mi intuición me permitió llegar sin ningún problema. Igual que en aquel día, usé una gran roca de cobertura y más tarde me asomé. Mi cuerpo se congeló. Debajo de la tenue luz de farola, las estrellas descendían sobre un pedestal de piedra. ''Evelina Cirinade'' Mis piernas me fallaron y caí al suelo de rodillas. Por un momento dejé de respirar, perdía la percepción de todo lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. No lo podía creer. Pasé una mano por la tumba y sentí un frío sobrecogedor. Estaba muerta  y con ella mi vida misma. 
-¡Me dijiste que nos volveríamos a ver! ¿¡Por qué me haces esto!? 

<< Es mi culpa, no me quedé con ella.>> Llorando desesperadamente eché a correr sin rumbo. Quizá era mejor acabar con mi vida en ese instante. Pero yo no iba a ser como ella, hice una promesa y la iba a cumplir. En cuanto divisé la colina donde vimos la lluvia de estrellas, fui allí corriendo. Me senté en la roca como hice la última vez, pero  estaba solo. Mis lágrimas comenzaban a escarcharse y mi rostro estaba muy frío. Como aquella noche, la luna aparentaba muy grande. Comencé a odiar al mundo, a mí mismo, a las promesas. Dejé de llorar y todo ese sentimiento de tristeza se convirtió en impotencia y furia. Golpeé el suelo con mis puños mientras gritaba. Cuando ya me había desahogado me di cuenta de que no me quedaba nada. Estaba vacío emocionalmente. Me tumbé sobre la nieve y quise dormir para no despertar nunca. Qué ingenuo había sido pensando que ella llegaría. Recordé aquel momento cuandol dijo que el tiempo era relativo y ahora comprendí verdaderamente su significado. Yo la esperé un año, pero para ella ese mismo tiempo significaba toda una vida. 
No se cuanto tiempo estuve tirado en el suelo mientras la nieve se acumulaba sobre mi espalda. Sin previo aviso el cielo comenzó a iluminarse. Me levanté y lo contemplé anonadado el espectáculo. El cielo se llenó de destellos que comenzaban a ascender a gran velocidad. Toda la tristeza ,que estaba acumulada en mi corazón, desbordó. Comencé a llorar desconsoladamente. Recordé el último día donde juramos que volveríamos a vernos bajo la luz de la luna. Uno de esos sueños que ascendía comenzó a descender. Debido a que mis ojos estaban húmedos, apenas veía como caía del cielo, pero me cayó encima literalmente. Sostuve esa masa de gas que se formó sobre mis manos. Era cálida, como los sueños.  

Aquel fue un juramento sellado por los labios de dos enamorados que se conocieron fruto de una lluvia de estrellas. La nieve cae sobre las farolas y la luz de esta hace que se vuelva muy brillante y cálida. No se como pude dudar de que ella no vendría. Quizá su cuerpo ya no estaba, peo nuestro deseo de volver a vernos danzaba sobre el cielo, desnudo y riendo. Bajó para cumplir su promesa y despedirse de mí. Como indica su nombre, esta fue la primera mujer en la historia, mi historia.

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