martes, 28 de mayo de 2013

Una noche..

La gélida noche calaba mi fino abrigo. Sin duda había sido un duro día. Me encontraba en medio de un camino, ¿qué raro, no? Un carromato viejo y de apariencia mercantil avanzaba hasta el punto de colocarse a mi altura.

-Joven, hoy no es día para caminar a altas horas de la noche, últimamente se ha vuelto muy ambiciosa.- dijo el hombre mientras detenía el carro.
-Estoy perdido y no conozco el lugar. ¿Sería tan amable de llevarme con usted?
-Conozco una posada dónde tratan muy bien a los jóvenes forasteros como tú.
Mi primera impresión fue acertada, el carro estaba lleno de sedas y telas; seguramente era un comerciante.

Al cabo de poco tiempo me encontraba en las puertas de un viejo mesón. Semejaba amenazante debido a lo corrompidos  que estaban los materiales. Tuve que tomar una decisión; morir de frío o entrar en el inhóspito lugar. Abrí la puerta y una mueca de admiración se bordó en mi rostro. El lugar estaba rebosante de gente que bailaba y cantaba, sobre todo bebían. El carmesí , sin duda, era el color reinante, Las mujeres tenía una actitud un tanto suelta y a los hombres parecía no preocuparles demasiado. Un pequeño grupo de cinco personas dotaban el recinto de armonía, con unos cantares y músicas. Había muchas mesas con una flor en el centro y en los lugares más íntimos, las sillas eran sustituidas por sillones los cuales semejaban cálidos y muy cómodos.
Me acerqué a la barra donde había un hombre de aspecto burgués.
-¿Qué se celebra hoy? Caballero.
-Los sueños de la luna- dijo mientras limpiaba una copa.
Me percaté de las pocas ganas que tenía el camarero de establecer una conversación, así que le pedí una copa del mejor vino y me senté en una de las mesas más alejadas.

Estaba cansado del largo viaje que estaba llevando a cabo; me conformaba con ver el jovial rostro de la gente, y para qué mentir, me encantaba observar a las jóvenes ligeramente vestidas.
Quizá estaba exagerando, pero me sentía viejo entre la multitud, sin tener en cuenta que yo sería de los más jóvenes del lugar.
Después de varias copas, dejé el cáliz en la mesa y me levanté para dar una vuelta. Deambulando por la sala, hallé  un pasillo levemente iluminado por los reflejos de la sala. Al final, entre oscuridad, vislumbré una mortecina luz blanca. Me adentré, guiado por la noche, y al cabo de poco tiempo me encontraba en una habitación vacía; solamente tenía un ventanal con marco de plata.
¡Qué grande era la luna! El ventanal mostraba un valle iluminado severamente por la luz que irradiaba la bella. Juraría que si hubiese alargado la mano, habría sido capaz de tocarla. ¿Por qué estaba tan cerca?
Recordé que me había dejado la mitad de la copa en la mesa; quizá era hora de volver.

Unos rojos labios rozaban el borde de la copa con una sensualidad que atraía mis pupilas hacia ella. ¡Qué ojos verdes tan embaucadores! Era una mezcla entre elegancia y sensualidad; pero su rostro era muy... ¿Cómo decirlo? Sagaz. Su piel era fina y blanca sin arrugas aparentes. Apartó su rubio, casi blanco, cabello de su rostro y me lanzó una sonrisa que penetró mi corazón.
-¿Es usted el dueño del cristal?- dijo mientras acariciaba el cáliz con sus finos dedos.
-No puedo considerarme dueño del cristal, ni si quiera la copa es mía. - me senté en frente de ella.
-El cristal elige a su dueño; es como la noche, todo lo quiere para ella.

Sin duda aquella mujer era misteriosa.¿Dueño del cristal? ¿Qué quiso decirme?

-Mira la copa.
Lo hice y me vi reflejado en ella.
-Eso no significa que el cristal me pertenezca.
-Si no lo hiciera, se reflejaría otra persona. Es lo mismo que ocurre cuando miras un espejo o el agua del mar. ¿Crees que las estrellas pensarán lo miso de los océanos?

Sin duda ella era nocturna; era misteriosa, bella y oscura.
La conversación seguía su curso, el mismo que el vino que tomábamos. Sus ojos estaban perdidos en algún lugar, en cambia cuando me miraba conseguía ruborizarme y esto le hacía sonreír con una sonrisa que me enamoraba y al final yo también acababa sonriendo. Esto era una reacción en cadena que mantenía la conversación en un ambiente cálido e íntimo.

-El tiempo transcurre y todavía no conozco tu nombre.
-Los nombres solamente son  palabras que identifican. No me gustaría que me nombraras con palabras vacías. Regálame un nombre.
-Quizá Noche, negra como tu vestido; elegante y misteriosa. O Mar como tus verdes ojos; eres sensual y tus movimientos son elocuentes. Luz, atrayente como tus labios, distante pero cálida. Sin duda eres Luna, reina de Noche, Luz y Mar. En un día normal  la luna no se acercaría tanto a mí; me miraría desde lejos mientras danza entre estrellas.
-Quizá Luna no encuentra joya que la haga brillas. No encuentra llama que la haga arder. No encuentra labios que la amen...
-¿Los labios aman?-le dije interrumpiéndola.
-Los que yo conozco solo embaucan y mienten. Quizá sea por eso que Luna no quiere estas entre estrellas; busca en la tierra esa piedra que encuentras a las orillas del mar y la guardas en un joyero como el diamante más valioso.
-¿Entonces eres Luna?
-¿Cómo es el corazón de Luna?

Esa pregunta era muy ambigua. Su rostro fue cambiando poco a poco hasta que sus ojos se humedecieron. Le cogí una mano y le acaricié las mejillas. Cuando alzó su mirada hacia mí, no pude contenerme y la besé de la formas más apasionada que pude. Sin previo aviso noté como sus manos se entrelazaban en mi cuello.
Coloqué mi oreja en su seno.
-El corazón de Luna late fuerte cuando la besa. ¿Los labios aman? -le pregunté por segunda vez.
-Los labios aman.

La noche avanzaba y el sentimiento de pasión iba creciendo. Debido a que estaba perdido, tomé una de las habitaciones de la posada y Luna vino conmigo.
Me sentí afortunado de poder acariciar su piel con mi cuerpo, de sentir sus labios en mi cuello, de poder percibir su aroma de frambuesa. Notaba su pecho contra el mío y podía notar cada latido de su corazón. Percibí su aliento, que cada vez era más agitado, en mi pecho.

Ese día tuvo un sueño extraño; me encontraba en la habitación, en frente del ventanal, conversando con la luna.

-Te mereces más que una simple y sola luna.- dijo la luna entre lágrimas.

Después de escuchar estas palabras, desperté agitado y me percaté de que Luna ya no estaba. La busqué por toda la posada  sin encontrarla. Finalmente le pregunté al posadero.

-La luna sueña y llora . Mira nuestro amor recelosa, porque sabe que nunca encontrará uno así. Pero es lo más puro que puedes encontrar en la noche, pues nunca te arrebatará una lágrima. Ayer celebramos por los sueños de la luna, supongo que tu amada quiso celebrarlo también.

Como a la luna, solo tuve una oportunidad de de tenerla cerca. Aquel día Luna y yo celebramos los sueños de aquella blanca que nos observa todos los días rodeada de estrellas que no brillan. Qué triste es pensar en aquellos que viven solos y anhelan encontrar ese sueño que no pueden tener.
Ella pensó que yo era demasiado, a pesar de que cualquier mortal hubiera dado su vida por besarla.
Aquel día aprendí que los labios aman y los labios más rojos se marchitan entre mentiras y belleza.
No volví a verla, pero todavía guardo en mi corazón esa sonrisa que brillaba tanto como la luna.

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