viernes, 25 de enero de 2019

Caminante no hay camino, es una puta rotonda

Hacía tiempo que no hablaba de mí.

Me gustaría saber cuándo desnudarse se volvió tan complicado. Cuándo comencé a bañar mi piel con diferentes tintas para poder expresar sentimientos tan básicos que por alguna extraña razón  parecen avergonzarme. Cada vez que me separo más de mí mismo, aunque pretendiendo, siempre, ser honesto, creo que me vuelvo más y más deshonesto. Es difícil de explicar. Quizá de tanto hablar de mí mismo me he aburrido. Quizá ya no tengo nada que contar. Sigo sin tenerlo claro y por más que retuerza ese intestino que se encuentra dentro de mi cráneo, lo único que logro son formas, técnicas aquí y allá, manuales aquí y allá, y cuando quiero darme cuenta me vuelvo a encontrar en el punto de partida.

Quizá sea el eterno retorno y avanzar no significa más que volver. Aquí es preciso correr mucho para permanecer en el mismo sitio. Mira, no lo había pensado antes. A lo mejor simplemente es que he sido tan rápido que ahora soy capaz de mirar desde mi suite a esa ventana con vistas a..., habrá que repetirlo mil veces hasta que se me ocurra otra línea.

Y sí, escribo libros que no puedo vender, creo poesías que no entiende nadie y hablo en un idioma tan extraterrestre que si no me consigo convencer de que el resto no es capaz de entenderlo, no soy capaz de entenderme.

Quiero creer que el Dios de la literatura me salvará en algún momento.



El artista es el bueno de Rafa, más conocido como Rafa

domingo, 13 de enero de 2019

Al silencio hemos sido condenados

Soñé que la oscuridad tiraba de mis piernas,
me arrastraba a través de las paredes,
me arrebataba la conciencia y todo se apagaba.
Miraba su boca y aunque nada pude decir porque nada pesaba,
sus vocales se evaporaban una tras otra huyendo en manada.

Qué quiso decirme esa criatura que me robaba,
que las consonantes retorcía desde la penumbra
convirtiendo las palabras en oscuras tinieblas, en la añagaza
donde cae el autoestima junto a su peso,
junto a esos besos acompañados de silencios que no entiendo.

Cuando despierto y pregunto ''quién ha muerto''
pues con rostros funestos me observan desde la distancia,
todos permanecen devotos al luto y labios abatidos.
El corazón se acelera y latido tras latido comprendo
que del viento solo me queda el momento
en el que mece las hojas y algo vibra,
miro desconcertada en todas direcciones y no ocurre nada,
Dios observa impasible cómo se escapa el sentido
y me veo envuelta en un mar de silencios y pésames.