miércoles, 20 de febrero de 2019

The Stanley Parable

Debe existir...

Hay una oficina que guarda el resto de oficinas.
No a sí misma, pues se volvería totalmente hermética
y no podría acceder a la domótica,
la cual cortejo subiendo parámetros como la transmitancia térmica o las gónadas.

Con una escopeta de Amazon habría disparado a quemarropa,
a esa bóveda celeste disparada a quemarropa.
Al final del día la culpa sigue siendo suya porque tengo cuanto antojo
y aunque nadie se moja, llego borracho a casa
y le reviento el cráneo contra el suelo.

La domótica pulso cuando el corazón se enfría
y se calienta a base de equilibrio térmico.
O algo así. O Dios. O algo así. O un enjambre sobre la cerámica.
O algo así como que cuando Dios o la cerámica se enfrían
nieva sobre la ciudad inundando los sótanos donde caben los testigos a mares
y desde la misma oficina dreno el mar activando la cordura
y eso mismo recupero poco a poco advirtiéndome que la poesía se ha acabado.

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