En mitad de la noche de Walpurgis
la bruja me ofreció su cuello.
Y en qué mala hora lo supe,
la bruja me ofreció su cuello.
Y en qué mala hora lo supe,
y en qué mala hora le di un beso.
En mitad de la noche lo escupe
y las palabras heteróclitas formaron
a su alrededor la montañana que transluce,
donde el alpinista quiere estar, en sus labios.
Con su dedo índice coconduce
a la cripta donde tantos se han quedado,
y aunque lo sepas seduce,
aunque esos ojos nunca hayan amado.
Porque ella todo lo sabe
cuando lo tormenta amaina o alcanza
la masa de Dios en las nubes,
el bolso Dios en su ruca,
que cuando algo se le antoja
pone el cora en la balanza
y mucho no se lo piensa
te entierra bajo alabanzas.
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