viernes, 5 de agosto de 2016

El barco se hunde y nadie hace nada

No navegues en ese mar ponzoñoso que sale de tus venas
donde los peces mueren en tu saliva y no hacen más que caer.
como quien tropieza sempiternamente con la misma piedra que rompe tus cristales.
No existe disculpa válida para esa cicatriz que se tatúa en tus pies descalzos. 
Y no importa cuánta sal añada mientras la gravedad siga incrustada en el fondo
a nueve coma ocho en la escala Ritcher, azorando ese mar sereno de muerte.

El barco sigue hundiéndose y no puedo estar más tranquilo.
Delante del espejo la luna titubea, pero mirándola de frente es tan imponente
que más que guiarme su luz se convierte en un dulce castigo.
Supongo que la respuesta estará en convertirme en vampiro y evitar mi reflejo,
pero a falta de musa que muerda me conformaré con no mirar hacia dentro.
Si no sé quién soy, cómo demonios voy a saber a dónde caigo. 
El barco se hunde y nadie hace nada porque a nadie parece importarle. 

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