domingo, 12 de junio de 2022

Sobre mi amiga Eva

Por alguna extraña razón todo el mundo confiaba en Eva para que le salvara la vida. Ella no lo acababa de entender, nunca se había promocionado como tal ni había entrenado ni estudiado para nada de eso, pero todos esperaban con la cara iluminada a mitad de la noche para que ella lanzara la sentencia piadosa que les confiriera paz y descanso. En vez de consultar una pitonisa o el horóscopo, todos alrededor de Eva esperaban el tick azul en sus mensajes y una replica. Y Eva siempre se preguntaba qué replica debía de entregar que no era tarea menor, dicho de otro modo: era tarea mayor. Era una transacción desigual pues solo recibía responsabilidades y energías que poco o nada tenían que ver con ella, y encima siempre debía mostrarse poderosa y dispuesta porque era plenamente consciente de que era lo único que tenia. Y no se refería a que fuera una desgraciada, tuviese mala familia, falta de virtudes o algo por el estilo, sin embargo era lo más cerca que estaba de alcanzar la divinidad, como Messi al futbol o Robin Williams a la comedia.

Habia pensado durante meses y años qué demonios era lo que le hacia distinta, pues repasando su lista de virtudes y fallas no había una cualidad única ni un sendero muy claro, eran, quizá, bondades y defectos que convergían casualmente desembocando en un bien precioso demasiado valioso. Y sus amigos más avispados  y por tanto impertinentes discutían durante horas sobre sus bondades mientras ella miraba indiferente cómo los vasos se vaciaban y volvían a llenar. Y en ese lapso de tiempo que estaba subida a una palestra involuntaria e innecesaria, o eso opinaba, solo podía pensar en la cantidad de personas que le habían escrito párrafos imposibles en una red social pensada para sentencias de no mas de dos líneas

Y por qué ella. Por qué entre todos los mortales, entre todas los beatos dedicados inocentemente a gastar sus días y noches en servir al resto había sido elegida ella, que poco o ningún veto estaba dispuesta a llevar a cabo y que le gustaba la carne incluso más que a la media.
Y por qué debía ser juzgada por unos y otros cuando llevar a cabo la titánica tarea de salvar a unos y otros ya habría supuesto el suficiente quebradero de cabeza para que sus amigos, los avispertinentes perdieran la cordura y la mitad de sus relaciones afectivas.

Y ya desde el día uno todo era evidente, sus pasos estaban marcados y su consagración hacia la espiritualidad ya había sido vaticinada por ella misma antes de que los astros se alineasen y se anunciara privadamente. Así que simplemente agachó la cabeza, aceptó su destino preguntándose si quizá el mundo no era demasiado pequeño y sus clientes hablaban con otros potenciales clientes creando una profecía autocumplida.

Cuando tuvo 23 años, cansada de cargar sobre ella misma los destinos del mundo, acabó con su propia vida de una forma sencilla e indolora, al menos públicamente, abandonando la ciudad y marchándose a un país lo suficientemente alejado para que nadie entendiera su idioma. Y años y décadas más tarde a su número de teléfono, en desuso, seguían llegando consultas de pacientes que nunca hubo querido ni pedido, confirmando así que quizá su condición de inmaculada simplemente había sido una cuestión de casualidades y un boca-oreja en una ciudad que alardeaba de ser más grande de lo que de podía permitir.
Quizá el reclamo de salvar la vida era mas apetecible que una sucesión de trámites donde señores de batas blancas te explican sin demasiadas amabilidades que solo uno puede salvarse a sí mismo y que no hay mayor remedio que la tenacidad y el esfuerzo y una paciencia que a veces tiene que alargarse hasta el infinito.

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