sábado, 13 de julio de 2024

El cristo del Grao

Giran las peonzas,
en las ciudades redondas,
que ya a nadie sorprende,
que ya a nadie le asombra.

Giran sobre las sillas las mares,
cuando solo queda sombra,
algún hijo puta maldicen,
algún buen muchacho deshonran.

Los mares por los barcos,
los cientos de repartos,
en el barrio de las luces,
donde perdimos tacto.
A las siete me levanto.
A las siete me levanto.
Con Dios me acuesto en diciembre,
soy el manco de Lepanto.

A las siete me levanto,
a las siete me levanto,
por el doble bye cicatrices,
por el doble, o no levanto.

Y dónde quedan las cosas,
dónde se roban cosas,
donde están las directrices,
dónde se compran las joyas.

Si me lo dices hasta me lo creo,
qué me cuentas si ya no os veo,
aquel día me mentiste,
y hoy en día, sigo triste.

Que solo quería a mi lado,
al gracioso y a mi madre al lado,
cada día el aspilte,
y una al año: el helado.

Navidades y veranos,
perros viejos, ladran amos,
canas miles, donde mires,
campamentos de verano.
Mirar de reojo al lado,
jugar a tirar los tazos,
las peonzas y los bíceps,
y correr hasta las quince.
El fútbol con los de al lado,
el truco de los de al lado,
alguna novieta de arriba
porque lloras por la de al lado.

Dónde queda, dónde queda,
de Valencia la primavera,
los truenos en otoño,
las campanas de la pena.

Dónde quedan, dónde quedan,
los chavales, las hogueras,
saltar al piso, de la escalera,
correr y correr hasta que Dios nos lleva.








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