domingo, 4 de agosto de 2019

Se anuncian calamidades que no existen

Una noche tuve un sueño.

Rosas rojas y azules, vaporosas como el aire,
colgaban de la luz de luna ausente.
Persistente y densa, la oscuridad ocultaba cualquier cosa.
Las raíces de los rosales enredados en una celosía infinita,
afiladas a mala fe, como controladas
por hilos vacíos, danzaban a bostezos dirigidas
por un prestidigitador narcisista que solo anuncia mal augurio.
El marionetista reía entre dientes aunque, realmente,
solo escuchaba el rechinar de su sonrisa.
He repetido miles de veces que esas voces y añagazas
que anuncian calamidades  y presagios, es bien conocido que no existen.

En ese vacío de nada se alzaban unos peldaños que conducían a ningún sitio.
Caminante no hay camino, pero si has de recorrer el sendero
prepárate con esmero pues el litio de tanto en tanto se evapora.
Atascado en el libertinaje que supone ese pronóstico-paraje,
aunque desoladora, solo existe la opción de avanzar.
A pesar de que nadie lo anunciaba, cuando mi pie encontraba
el límite del peldaño, solo existía el precipicio.
Juicio de opciones: ascender o despertar.
Avanzar clavándome los cristales, o rosales,
que se adhieren a mi cuerpo como ventosas en la nostalgia;
o despertar de ningún sueño y enfrentarme a miradas venenosas.
Que es bien conocido que no existen.

Qué más da lo que haga si el juicio es persistente.
Hagamos una encuesta de virtudes y tempestades
y dejémonos de este juego de mierda que me enzarza en pesadillas.
Que es bien conocido que no existen.



jueves, 2 de mayo de 2019

Mozart

Realmente no quiso hacer nada de esto. Nunca quise hacer nada de esto. No quise hacer nada que implicara algo. Siempre me gustó ser evanescente, deshacerme como la espuma y brillar en el letargo o morir en el intento.
Todo conlleva algo. La diferencia entre tenerlo y claro y no, simplemente radica en el precio a pagar. A veces a sabiendas y otras veces por instinto, pero siempre pagando demasiado alto.

Más de lo que me puedo permitir, más de lo que siempre me he podido permitir. Un paso hacia delante y otro más, pues el doble de pasos solo me llevan al mismo lugar del que parte algo extraño que unos llaman por mi nombre y yo anhelo cual quiasmo. Una introspección hacia delante, como si fuera la esfera donde un ratoncillo va dando vueltas indiscriminadamente.

Echaba de menos esto la verdad, el no contar nada. Eso de no repetirme para no confundirme más de lo esperado y acabar creyendo mis propias palabras. Llorar nunca supuso tanto esfuerzo, ¿verdad?

No quise realmente nada. Creo que ese ha sido el problema del inicio, del semblante hastío y del estío amable. Porque siempre fui tratado con cordura y poseo más de la que merezco y desborda porque es más de la que me puedo permitir.

Que por favor, alguien dispare antes de que sea demasiado tarde y dispare a alguien.

Vayan con Dios.


martes, 12 de marzo de 2019

¿Hay algún doctor en la sala?

Me da miedo no tener la valentía para marcharme y me da miedo que me echen. Me repito cada mañana que temo al fracaso y tras lavarme la cara y ponerme esos calcetines rosas, me lanzo a la piscina de tumultos y raizales que te arraigan a la incertidumbre y el fracaso. Conduzco sin casco hermanando la muerte y esta despistada, me exige siempre un poco más para poder poner algo de su parte. Ese poco más vira desde la sala del mirador hasta la esperanza adormeciéndose indolora. Si hiciera balance entre la suma y los gastos lo cierto es que a cada minuto que pasa sigo perdiendo. No, yo, si no mis semejantes. Sin embargo salir de la suite con fronteras norte-sur, este-oeste y sus vistas al mal,  se nos antoja innecesario. Creo que quiero salir de este hotel del infierno y volver a encerrarme herméticamente en mi cabeza hasta que la cordura se asfixie.

Alabardas

Me fascinan esos rincones de la ciudad
que son más grandes que ella misma.
Los lugares donde una vez hubo alguien
colocando antenas que se alzan como alabardas
en una guerra que jamás será librada.

Es el trabajo de los poetas coger la escalera de mano,
subirnos a cualquier terraza y quitar el polvo
sedimentado sobre los hombros del mundo.
Contemplar esos harapos casi ennegrecidos que
descansan en un patio de luces inalcanzable
y vestirlos frente al espejo y la incesante sed de desvestirlos.

domingo, 3 de marzo de 2019

Tokyo Blurp

La nostalgia me golpea demasiado fuerte, es volver a escuchar una de esas canciones y parece que una lluvia ácida caiga sobre mis hombros y erosione todo a su paso hasta convertirme en agua.
A veces olvido cómo es esa sensación, a veces olvido y creo que lo que digo importa demasiado, que tengo que saber, que tengo que demostrar... Y Taneda, no te voy a olvidar, es imposible. Eres parte de mi nostalgia y por ello te voy a atesorar.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Centrípeta

Me acaba de mirar con ojos tan perezosos
que es como si el mundo cayera sobre el mundo.
Sin oxígeno, esperando la muerte dulce,
el dolor fantasma se asoma desde la encimera
y no comprendo por qué siendo ciego duele lo incoloro.

Los segundos fueron tenaces y , ¿cuántos de ellos hicieron manada?
porque entre suspiro y suspiro se vuelan las motas
de polvo que cubren telas de entrañas.
La rima burda bostezos empaña
entre cristal, y un millar de legañas.
Nadie me asombra, nadie se engaña
en esta maraña de lunes y faldas.

Pienso que quizá y solo quizá,
tal vez, sería posible...,
si tan solo aunque fuera un segundo
durante el instante que envuelve la desidia
el cáncer devorara mis entrañas
o el cuchillo de las tostadas se colara en tu pupila
y yo arrastrando tu cadáver por la arena
y enterrándolo en el cielo,
quizá en su mirada despertaría algo.

Suspiro, asiento y me disculpo. Ella se extraña.
-Más vale maña, no hay razón para disculparse pero habrá.
Algo habré hecho mal, supongo.
De tanto en tanto, pero no como para que aguantes tu cráneo
como si orbitasen alrededor de ti los suspiros,
como si fuera tan pesado que curvara tu cabello
y el futuro quedara enmarañando en la añagaza.
Como para que no escuches lo que no ha de ser escuchado,
para que la irrelevancia se vuelva irrelevante
y en esa danza donde se espera a que el otro calle par hablar,
subiendo mi perorata a la nube o la nave del olvido,
cuando llegue tu turno del duelo te rindas por ausencia...,
porque no me gusta cuando callas porque estás como ausente
y si tú no te vas a disculpar, entiendo que es mi culpa.



The Stanley Parable

Debe existir...

Hay una oficina que guarda el resto de oficinas.
No a sí misma, pues se volvería totalmente hermética
y no podría acceder a la domótica,
la cual cortejo subiendo parámetros como la transmitancia térmica o las gónadas.

Con una escopeta de Amazon habría disparado a quemarropa,
a esa bóveda celeste disparada a quemarropa.
Al final del día la culpa sigue siendo suya porque tengo cuanto antojo
y aunque nadie se moja, llego borracho a casa
y le reviento el cráneo contra el suelo.

La domótica pulso cuando el corazón se enfría
y se calienta a base de equilibrio térmico.
O algo así. O Dios. O algo así. O un enjambre sobre la cerámica.
O algo así como que cuando Dios o la cerámica se enfrían
nieva sobre la ciudad inundando los sótanos donde caben los testigos a mares
y desde la misma oficina dreno el mar activando la cordura
y eso mismo recupero poco a poco advirtiéndome que la poesía se ha acabado.