jueves, 23 de abril de 2015

Cómo comencé a escribir

Me llamo Cristian Johnny Rodríguez. Nací el 24 de mayo de 2197 en un pequeño pueblo. Aunque suene extraño nací del útero de mi madre, sé que por aquellos tiempos esa no era la forma más convencional, pero ella insistía que debía ser concebido como en los viejos tiempos.
Mi infancia fue muy tranquila, como se debe esperar de la vida rural. Mi madre era florista y ya desde pequeño comencé a interesarme por las flores, me sorprendía cómo podían existir tantas diferentes con sus característicos aromas, colores, texturas... Era interminable mi curiosidad.
Mi padre estaba constantemente viajando por aquellas ciudades abandonadas ''los viejos yermos'' y se encargaba de recoger todo aquello que podría servir a la sociedad para entender qué es lo que ocurrió para que las enfermedades comenzaran a mutar tan extrañamente... Bueno, eso ya es cosa del pasado, por suerte yo no viví esos tiempos, creo que debía nombrarlo por respeto a mis antepasados pero ahora todo ha cambiado y las personas resurgimos de nuestras cenizas. Como iba diciendo, mi padre trabajaba conjuntamente con los laboratorios de investigación. Debido a su trabajo no pasaba mucho tiempo conmigo pero yo comprendía que era por un bien mayor, así que no le di demasiada importancia.
Asistía a una escuela local, nada destacable. Quizá fue debido a mi poco interés, pero no recuerdo mucho de aquella etapa de mi vida. De alguna forma el tiempo fue pasando y fue entonces a los doce años cuando mi vida sufrió un cambio totalmente inesperado. Llegó el día en el que tuve que entrar en secundaria y separarme de todos mis antiguos amigos ya que en aquel pequeñito pueblo no había una escuela secundaria. Nunca me han gustado las despedidas, es algo desagradable. Cuando sabes que vas a volver a alguien en poco tiempo simplemente le dices ''adiós'' y te despides agitando tu mano, pero en cambio cuando realizas una celebración de despedida sabes que algo te está diciendo que nada va a volver a ser como antes.
Mi nueva escuela estaba en la ciudad y todos los días tenía que hacer un viaje en tren de una hora. El primer día fue una de las peores experiencias de mi vida. No estaba acostumbrado a hacer viajes tan largos. Recuerdo que cuando llegué a la estación me sentía tremendamente perdido. El lugar estaba plagado de gente que iba en todas direcciones. Cada uno era consciente de a dónde se dirigía y no vacilaban, simplemente continuaban avanzando. En cambio yo estaba allí parado, siendo empujado por la multitud, sin tener claro a dónde debía ir. De repente el megáfono comenzó a sonar <Señores pasajeros, le recordamos que el tren con destino a X partirá en breves>. Ese era el tren al que debía subirme y estaba a punto de perderlo. De repente una mano me agarró desde la multitud y comenzó a tirar de mí. Me arrastró hasta dentro del tren y allí pude ver que mi raptor vestía mi mismo uniforme. <Demonios, ¿qué hacías ahí parado?> Desde ese día supe que todas las mañanas iba a estar bien y que nunca más me iba a encontrar perdido. Su sonrisa era confiable, era mi primer amigo en secundaria y ni siquiera habían comenzado las clases. No me equivoqué en absoluto.
Adolescencia era un chico muy entretenido, no existía un solo día aburrido en el viaje o en la escuela ya que estábamos también en la misma clase. Me presentó a sus amigos y estuvimos siendo felices y disfrutando durante los mejores cuatro años de mi vida. Decidimos que ambos iríamos a bachillerato juntos y que iríamos a al mismo instituto. Poco a poco se convirtió en un hermano para mí. En esta época ya comencé a escribir, pero no eran nada más que unas cuantas fantasías infantiles mal redactadas. Todo cambió cuando llegó la hora de graduarnos. Adolescencia reprobó y nos tuvimos que separar. Una vez más tuve que celebrar otra despedida, solo que esta vez sí que fue realmente doloroso. Ambos nos prometimos que que nos volveríamos a reunir... pero nunca ocurrió.
Una vez más tuve que coger el tren y me volví a sentir perdido, pero aquella vez era diferente. Simplemente sería por el frío, era septiembre y quizá todavía no me había acostumbrado a tener que partir una hora antes... todo era tan oscuro y solitario. En ese mismo momento saqué una libreta, un boli y comencé a escribir mientras esperaba que llegase el tren. Decidí escribir un poema porque no había otra forma de gritarle al mundo cuánta oscuridad podían ver mis ojos. Así pasé medio año, entre poemas e historias tristes y algunas otras felices. Siempre repetía la misma rutina, escribir durante la hora del viaje y tirarlo a la basura tras llegar a mi destino. Quizá sea un poco egoísta por mi parte, pero he de decir que se me daba sorprendentemente bien y mejoré a pasos agigantados, pero nunca le di demasiada importancia, tenía otras cosas en las que pensar. Los viajes en el tren cada vez me eran más incómodos, me sentía observado, así que decidí quedarme en casa aquel día. Quizá fue la mejor elección de mi vida.
 ''Nominación'', tras los problemas que tuvo la humanidad años atrás se habían perdido el nombre de las cosas y la única forma de recuperarse de tal duro golpe era esta ciencia. Algún profesor curioso de la universidad de nominación rescató todos y cada uno de los escritos que había tirado, cada día lo hacía y leía en silencio cada palabra que escribió mi corazón. Me mandaron una carta para entrar en la universidad de forma prematura, decían que yo tenía la oportunidad de cambiar el mundo y no debía perder mi tiempo en la escuela. Nada más contesté la carta, Futuro vino a casa a hablar con mi madre, le dijo que había leído cada escrito que había tirado y que probablemente estaban desaprovechando mis habilidades, quizá podría ser un genio. Futuro me sacó de mi hogar y me llevó a la universidad, allí comencé a vivir. Al comienzo todos mis compañeros se sorprendieron porque yo era demasiado joven para estar allí. Las clases me resultaron complicadas, no podía entender lo que me explicaban pero Futuro me dedicaba cada tarde libre y me ayudaba. En el segundo año yo ya me había colado en los puestos más altos de toda la universidad. Tenía talento para nombrar las cosas, para formar palabras nuevas, para devolverle la esencia a todas aquellas cosas que la habían perdido. Pero todo gran poder conlleva una gran responsabilidad y todo esto sumado a las grandes expectativas que Futuro ponía sobre mí, comenzaron a ser una carga irracional que pesaba más de lo soportable. Para desquitarme me uní a un club universitario oculto, se dedicaban a buscar la esencia de todas aquellas cosas que el resto no quería recordar.
Quizá fue una de las peores decisiones de mi vida a ojos del mundo, pero nunca me arrepentiré. Por primera vez pude dar nombre  a la muerte, al remordimiento, al sexo más salvaje, al asesinato... Todo acabó cuando dándole un nombre al incendio quemé un aula de la escuela. Descubrieron que me había unido a un grupo para realizar actividades prohibidas y me encarcelaron. Me sentí tremendamente aliviado cuando por fin mi mundo se detuvo y mis cargas se quedaron en la puerta, esperando mi regreso, aunque de alguna forma yo sabía que no iba a regresar.
Es difícil de describir la satisfacción que se siente cuando estás escribiendo en tu celda solitaria sin tener que preocuparte por el mundo exterior, sin tener que dar nombre a nada, sin tener que cumplir ninguna expectativa, conociendo a gente que se sentía igual que yo... Allí conocí a alguien que daría un giro de trescientos sesenta grados a mi vida. Amor era alguien que escribía, como yo. Ella estaba encarcelada porque era una ladrona pero se sentía aliviada allí dentro. No tenía que robar, no tenía la necesidad de hacerlo. Comenzamos a congeniar rápidamente. Aprovechábamos cada minuto que nos podíamos escapar de las miradas agenas para hablar sobre cualquier banalidad. Sinceramente a mí me pareció perfecta, tanto como la luna, no mucho más que su luz mortecina, pero sí quizá un poco más que las estrellas. ¿Por qué? Porque era como un espejo  porque no necesitábamos apenas palabras para entendernos, porque no tenía que dar explicaciones y porque cuando estaba con ella el resto se desvanecía, mi pasado se volvía una carga ligera que se esfumaba con el viento. Entonces comprendí qué era Amor, era ligera como el viento de otoño, dulce como los frutos de primavera, ardiente como el sol centelleante del estío y distante como el incesante frío de invierno. Ella era ella porque nunca sería mía, nunca sería yo  a pesar de estar tan cerca de serlo. Entonces comprendí el significado de la vida. La felicidad es aquello que sientes cuando intentas alcanzar algo que sabes que nunca puedes tener porque simplemente por el hecho de conseguirlo, se convierte en algo trivial y sin importancia. Por eso Amor era la respuesta a mis preguntas y la mano que mecía mi pluma, porque me abandonaría tan pronto como yo intentara abrazarla. Y así lo hizo, pero como la ladrona que era se llevó mi corazón.
No sé a cuantas operaciones me sometió Vida. De alguna forma conseguí sobrevivir a partir de prótesis, medio cuerpo y mi corazón habían sido sustituidos por piezas robóticas que emulaban a las verdaderas. Salí de la cárcel mucho antes porque Futuro se encargó de ayudarme desde fuera, pero no pude seguir cumpliendo sus expectativas. Volví a la universidad, pero mi habilidad de nominación ya no existía, por culpa de mi yo robot ya no podía continuar nominando, las letras ya no podían salir de mi corazón porque simplemente no tenía.
Lo abandoné todo o todo me abandonó a mí, no lo tengo bien claro. Ni mis padres, ni Adolescencia, ni Futuro, ni Amor, ni Vida; ya no me quedaba nadie.  Como ya no podía cumplir las expectativas de ninguno, simplemente decidí dedicarme a una vida retirada. Necesitaba tiempo que dedicarme a mí mismo. Recuerdo que todos me preguntaban ''¿Qué harás entonces?'' Qué ilusos, se creían que no podía nominar porque había perdido mi corazón, pero simplemente estaba lejos en algún sitio que no podía encontrar.

Al cabo de un tiempo se publicó ''El nombre de las cosas'' y fue un éxito, sobre todo dentro de los nominadores.  Fue una bonita historia bajo un nombre anónimo. Creo que si conseguir algo solo iba a suprimir mi felicidad, simplemente tenía que esperar a que algo llegara a mí. ¿Esperanza? No, yo no necesitaba eso. Yo necesitaba que las palabras llegaran a mí para poder contar una historia que debía ser contada. Y así comenzó a ocurrir.
De esta forma comencé a escribir, yo nunca lo busqué, simplemente un día las palabras llegaron a mí y yo me dediqué a acogerlas. Pobres ilusos los nominadores, que intentan encontrar las palabras. Es como intentar robarle el corazón a alguien que no tiene.

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