domingo, 17 de mayo de 2015

Fate


Capítulo 1: Destinos convergentes,

Quiero bajarme de la furgoneta y comenzar a vomitar como no lo he hecho antes. Nunca me ha gustado viajar y mucho menos a las vertiginosas velocidades que lo estamos haciendo. Vale que soy bastante susceptible, pero el velocímetro marca que ya ha superado los límites de velocidad y no por poco.
Por la radio suena música en inglés, aunque la voz de mi padre se come todo el sonido  y su canto parece una mezcla entre alemán y borracho tradicional con toques a vajilla rota. Créeme, no estoy exagerando, suena tremendamente mal. Aunque con mi malestar, la voz de mi padre es lo de menor importancia, estoy más preocupado por si da un volantazo y acabamos volteando o chocando contra cualquier otro vehículo. ¿Dónde demonios está la policía cuando se le necesita? Quizá si le hubiesen parado y le hubieran hecho la prueba del alcoholímetro probablemente le hubieran quitado la custodia y podríamos haber acabado en una familia de acogida, pero por suerte para el lector esto nunca ha ocurrido. Al mirar por la ventanilla solamente veo muros moviéndose constantemente, como si las calles tuviesen vida. Esto solo aumenta mis náuseas, así que  me pongo a mirar por el retrovisor que probablemente sea más entretenido y no me provoque arcadas. Sorprendentemente ella está muy tranquila, parece que en cualquier momento se va a quedar dormida. Cualquiera diría que somos hermanos...
Sin previo aviso mi padre da tal frenazo que salgo despedido y me golpeo contra la guantera. Creo que me he roto un diente. Todo está dando vueltas, no puedo fijar mi vista en un punto ya que cuando lo hago éste comienza a girar sobre sí mismo. Definitivamente voy a devolver y quiero evitar una reyerta de dimensiones considerables, más me vale hacerlo fuera del coche. Abro la puerta rápidamente y salgo atropelladamente, al salir tropiezo con mis pies y caigo sobre el asfalto. No puedo aguantar más, noto como mis jugos gástricos ascienden por mi garganta, giro mi cabeza para evitar mancharme y [...]

Siento interrumpir pero... ¿Crees en el destino? Hay millones de sucesos en todo el mundo que convergen en una ruta común. Por muy insignificante que sea, todo afecta a una ruta principal. Algo tan simple como agacharte para recoger una moneda que se te ha caído puede hacer que te retrases unos segundos que más tarde te van a salvar la vida en un accidente. A mí me gusta pensar en estas cosas, quizá mi escepticismo y mi creencia en el destino es una controversia, pero no creo en el destino como es en realidad, si no que prefiero darle una definición diferente. Para mí, destino es aquella desembocadura donde cada acto converge, es el punto en común de todos y cada uno de los seres del universo. Hay muchas religiones e ideologías que se basan en este concepto para marcar la conducta de sus devotos. De alguna forma me parece un poco triste el hecho de que tus actos, por muy buenos que sean, quizá en un futuro deriven en algo malo. Yo creo que por eso existe la muerte, para poder permitirte vivir una vida dándote la oportunidad de actuar bien y que al final no seas consciente del devenir. Creo que este mecanismo es muy dulce, es como una madre que te duerme en su regazo y te acaricia la cabeza diciéndote que ya es suficiente, que lo has hecho todo bien...

El coche está a penas a cinco metros de mí, la colisión es irremediable. Por un momento puedo ver como el tiempo avanza a fotogramas, como si fuese una película, como si tratara de una grabación. Puedo ver los ojos abiertos del conductor y su desesperanza por cambiar la dirección del coche o los ojos de mi hermana que me miran tras la ventanilla, parece estar gritándome algo. Todo sigue avanzando lentamente hasta que siento un golpe en mi costado. Todo se está apagando lentamente. Ahora solo puedo ver el cielo, se está volviendo rojo y es precioso. El sonido también se apaga. Creo que nunca había tenido tantas ganas de dormir...



En algunos momentos tristes todos somos capaces de sentir el frío de la verdad. Quizá es un tópico, pero esta noche es oscura y llueve.  A penas puedo ver pequeños garabatos moviéndose entre las luces. Desde esta altura el viento pasea totalmente libre, su siseo se convirte en los gritos desesperados de un animal herido. ¿Y yo? Aquí de pie al borde del abismo, contemplando la ciudad desde las alturas. Meto las manos en los bolsillos de mi abrigo y palpo mi móvil, lo saco y comienzo a revisar la pantalla, se me olvidaba algo. Hace tiempo que abrí una página web , para ser específico es un foro. Por  alguna razón es tremendamente conocido. No puedo irme sin redactar una carta de despedida a todas aquellas personas que mantienen viva la comunidad. Abro un post despidiéndome de todos y comienzan a llegar cientos de mensajes. El móvil no para de vibrar como si estuviese poseído. Lo apago y lo dejo en el suelo. 
Y aquí estoy yo, al borde del precipicio. Quizá un poco cansado, pero no lo suficiente como para saltar. Entonces encuentro algo incluso más interesante que mi móvil... una moneda de cobre. Es de color marrón con un tono gris viejo. Está bastante gastada y se nota hay una larga historia tras ella. La lluvia golpea la moneda y el agua resbala sobre mis manos, está comenzando a colarse por mis mangas y esto me hace tiritar. Tiene dos caras apenas visibles. ''Cara o cruz''. Retrocedo un poco, coloco la moneda sobre la superficie de mi pulgar y ayudándome de mi índice la lanzo al vació. Entonces tomando un poco de carrera salto. 
Esta sensación es maravillosa. El viento y la lluvia tiran  de todo mi cuerpo conforme aumenta mi velocidad de caída. Todo se mueve muy rápido. El vértigo y la adrenalina se apoderan de mi sangre. Noto como las lágrimas recorren  mi cara, tengo los ojos humedecidos, apenas soy capaz de ver más allá de lo que mi mano alcanza. Pero estoy sonriendo, esta sensación de sentirme vivo nunca la había experimentado, si tengo algún arrepentimiento tras haberme tirado es el de no poder volverlo a hacer.  Escucho el ruido del chasquido de dos metales chocándose a traición, fuerzo mi vista para poder ver lo que ha ocurrido, es mi moneda que ha chocado contra el saliente de una ventana. Está girando sobre sí misma en el aire, como si una mano invisible la hubiese dajado ahí, flotando. Alargo mi mano tanto como puedo  y en cuestión de una fracción de segundo consigo alcanzarla. Quema. No se si ha sido por el golpe a estas velocidades, pero arde. Cuando quiero darme cuenta ya vislumbro el suelo. Es una lástima no poder saber si ha salido cara o cruz. Bueno, es irrelevante, de todas formas haber apostado mi vida en un juego de azar es una tontería ya que independientemente del resultado voy a morir. Lo merezco, sería una falta de respeto morir porque he perdido en ''cara o cruz'. Pero me gustaría morir sabiendo el resultado. Mi elección es cruz, sin duda. Quizá habría sido una buena idea dejar un papel en mi bolsillo con la palabra ''cruz'' escrita en él, de esta forma al encontrar mi cadáver sabrían si le he ganado a la vida. Sabrían si mi muerte es injusta, si he muerto habiendo ganado mi última apuesta. Es un todo  o nada donde nadie apuesta. Nunca me ha gustado perder.
Un escalofrío recorre mi piel. Tengo un pequeño remordimiento carcomiendo mis recuerdos. Quizá mi decisión no ha sido la más acertada, no puedo parar de pensar en mis seres queridos, en todas aquellas cosas que no hice, en mis conversaciones a medias...  Pero ya es demasiado tarde, lo que en el tejado eran luces distorsionadas y formas evanescentes ahora se han convertido en formas perfectamente delineadas. Puedo ver el callejón donde voy a caer. Veo los carteles luminosos, las personas paseando, los bares repletos de jóvenes riendo. En el fondo de mi corazón me siento aterrado al pensar que todas esas personas van a ser espectadores de mi muerte. Van a ver cómo mi sangre y órganos son esparcidos por el suelo, algún curioso les sacara fotos y las colgará en Internet. A muchos les va a parecer divertida la situación y quizá alguno quede traumatizado. No es la mejor forma de suicidarse pero si nunca he tenido esas consideraciones en vida mucho menos lo haré en muerte.
Cierro los ojos y sujeto la moneda con fuerza. Entonces siento un fuerte golpe en el abdomen. Me hace contraerme, no puedo respirar. Noto como algo sube rápidamente desde mi estómago hasta mi boca, es sangre. Siento cómo mis huesos crujen de forma estrepitosa, voy a partirme en dos. Me siento inmóvil, quizá solamente mi cerebro es la lo único que sigue funcionando en mí. No puedo sentir ningún tipo de dolor. De repente siento como algo arremete contra mí. 
-Prepárate que vamos a bajar. 
Apenas soy capaz de escuchar esas palabras, literalmente se las ha llevado el viento. 
Mi rostro está siendo latigado por mechones de pelo, abro los ojos y me doy cuenta de que es es rojizo. Esta persona me está cargando sobre sus hombros, solamente puedo ver su cabello que cabalga sobre el aire y acaricia forzosamente mi cuerpo. Giro mi vista y veo que nos estamos desplazando mediante una cuerda con un enganche metálico en su extremo. No estamos balanceando sobre los edificios como si nada. Cuando la cuerda  describe una curva hasta su extremo, suelta la cuerda y toma otro punto de sujeción para aprovechar la velocidad que llevamos. Intento gritar pero no soy capaz, los sonidos no salen. No soy capaz de emitir ni una sílaba.
-Prepárate, aterrizamos ya.
Vamos disminuyendo la altura drásticamente hasta que llegamos al suelo. Ella prácticamente me arroja contra la superficie, saliendo despedido. Tirado en el suelo solamente puedo ver el cielo. Extiendo mi mano intentando alcanzar aquel gigante oscuro. Entonces me doy cuenta de que todavía poseo la mano encerrada en mi puño. Miro el resultado y comienzo a reírme. No sé que está ocurriendo, no sé si quiero saberlo, no estoy entendiendo nada; pero si de algo estoy seguro es que todo sucede por alguna razón. ¿Acaso ahora creo en el destino?

No hay comentarios:

Publicar un comentario