Si bien podía importarle demasiado cuando comenzaron, ya tirando hacia el final, cuando él ya ni siquiera suponía una sombra de sí mismo, ella no dudó en despojarlo de lo que más quería, de algún modo. Había perdido su puesto ventajoso, su condición intocable, y ante esta realidad, ante este descenso al mundo terrenal no pudo más que sentir impotencia y aturdimiento. Fue duro, sin duda, pero todavía lo fue más para ella, ver cómo todo aquello que habían construido se reducía a cenizas y todos miraban impasible, incluso acechando a que lo poco que quedaba se consumiera por completo. Era triste, desde luego, pero era la única forma de ser fiel a sí misma, de prevalecer sus principios, de volver a construirse como ya había hecho muchos años atrás. Si bien para él fue un destierro de lo más sagrado, para ella fue una vuelta a los orígenes. Quizá ese punto inicial era muy difuso y no podía distinguir exactamente dónde se encontraba, si sería mejor o peor que la situación actual, pero como una aventurera indomable cogió su mochila y con poco más de lo que le habría necesitado para sobrevivir, se dirigió hacia esa incógnita, hacia ese vórtice que bien podría encerrar su salvación o la pérdida completa del raciocinio. ¿Quién tenía la respuesta? El tiempo, el lamerse las heridas, el observarse al espejo y entender, al fin, que estaba completa otra vez, que estaba dispuesta a ceder su mitad, a regalarla, quizá con un poco más de prudencia, eso sí, y quizá también se mostraría un poco más reticente ante las caricias y los ‘’te quiero’’ que sin duda se habían devaluado, pero era inevitable, un paso más que la gran mayoría de personas tienen que dar si es que quieren sobrevivir en este desconcertante planeta.
¿Y qué sería de él? No paraba de imaginársele ordenando sus propias ideas, intentando tomar elecciones para el color de la camisa, dudando si debía contar un chiste o no porque era demasiado ofensivo. Pequeñitos detalles que habían quedado esquirlados en algún rinconcito de su memoria y que sin duda eran lo que más echaba de menos, porque sabían que no volverían, porque bien sabía que el código genético y las vivencias no pueden crear a dos personas iguales. Lloró más de una vez, volvieron sus inseguridades y esta vez las tenía que afrontar sola. No era fuerte e independiente como se había intentado convencer. Quizá sí que podía volverse fuerte, pero nadie nace así, no eran una protagonista de videojuego capaz de enfrentarse a cualquier adversidad con nada más que su cuerpo y su valor. Así no funcionan las personas, no. Casi se sentía culpable por sentirse vulnerable y desamparada, triste, sola, impaciente y descorazonada. Pero el simple hecho de pensar que él estaría sufriendo más, le reconfortaba; porque así como ella sí que vio el final llegar, él estaba totalmente cegado por el destello eterno de la comodidad. Pero ella no, era un alma inquieta, siempre queriendo más y más de lo que su pequeño corazoncito podía abarcar. Esa carrera para ver quién de los dos sucumbiría a la locura le motivaba, era ilógico, no quería saber nada de él, pero no podía evitar consultar sus redes sociales, su ruta, preguntar a sus amigos comunes… Una vez más quería ganar, quería convertirlo en una competición para ver quién de los dos conseguiría ser reparado antes. Sonreía cada vez que se le acercaba alguien ‘’He ganado’’, pensaba. Se sentía orgullosa de sí misma al comprobar que no solo podía volver a encontrar a otro compañero vital, si no que esta vez no se limitaba a un tipo de persona. Hombre, mujer, joven, adulto, ordenado, inteligente, independiente… de todo, absolutamente de todo. ¡Qué dicha tenía! Claro que no era el final, solo era el comienzo, encontrar a alguien nunca había sido tan fácil, era como si tras todos esos años en la oscuridad le hubiesen servido para revalorizar su amor. Dios mío, casi se había vuelto un lujo. No podía evitar probar a unos y otros, sentirse satisfecha con mil amores y predicarlo a los cuatro vientos reivindicando su nuevo estado de total libertad –y por qué no, para intentar hacerle sufrir un poco a él-. Toda esa maraña, no, tormenta de sentimientos se elevaban a su paso, como si el viento surgiera de la planta de sus pies y desordenara absolutamente todo a su paso. Y ella en el centro. Nunca se había sentido de esa forma, ya estaba preparada para iniciar una nueva etapa, ya estaba dispuesta a compartir otra vez su mitad. Cuando se enteró de que él también había reiniciado ese camino, se sintió un poco enfadada, como celosa. Su nueva compañera era… muy bonita, para qué mentir. Su mirada era cálida y sincera, probablemente alguien que perfectamente pegaba con él, incluso más que ella. Pero bueno… No importa, ahora los dos habían tomado sus caminos y ya se acercaban a eso que los adultos llaman’ ’madurez’’ pero que probablemente nadie sabe lo que es. Suspiró profundamente, una y otra vez, tantas como necesitó para expulsar todos aquellos pensamientos negativos que contaminaban su bonita y soleada mañana. Y lo consiguió, más que expulsarlos simplemente se olvidó de ellos, se volvieron lívidos y banales como si hubiesen perdido el gas tras haber sido agitados inconsecuentemente.
Pasaron los años y todo se volvió un leve rumor causado por las olas que si bien al comienzo eran gigantescas y monstruosas, se replegaban tímidas y mansas. Qué pequeño se vuelve todo cuando el tiempo nos regala la distancia. Los vientos habían descubierto una sólida fortaleza, antes enterrada por las dunas y ahora, en pleno otoño, mecía sus cabellos más largos y lisos; y esto era lo único que denotaba el paso del tiempo en ella. Paseaba jovial y divertida, pateando las hojas del suelo, absorbiendo ese aroma húmedo que avecinaba una lluvia fría y elegante. Cómo disfrutaba el ambiente de aquella nueva ciudad, sus callejones, su gente vivaracha, su juventud resplandeciente, sus edificios… Todo parecía recién estrenado en aquel lugar de ensueño, incluso su amor parecía renovado, y esta vez tenía todos los indicios de volverse un ‘’para siempre’’. ¡Qué felicidad! Le estaba yendo todo tan bien que casi se sentía culpable. Un trabajo con el que había soñado, pareja estable, una ciudad hermosa, amistades que consideraba familia, visiones de futuro… Solamente de pensar en ello le daban ganas de gritar y bailar en mitad de la calle. Entró en una cafetería bohemia, de esas en la que se toma el café mientras se lee un buen libro. Pidió un chocolate caliente y ojeo uno cuyo título le recordaba vagamente a tiempos lejanos. Alzó la mirada mientras pasaba páginas distraída y sus miradas se encontraron. Ambos quedaron amedrentados por un instante que se dilataba indefinidamente. La curvatura de sus labios se doblegaba indistintamente, alternando entre la sonrisa y la tristeza, se encontraba en un intervalo inestable, trémulo e indeciso. Eran sus manos finas sujetando las páginas del libro, su café oscuro, sus gafas caídas apoyadas mágicamente sobre la punta de su nariz, su ceño ligeramente fruncido marcando las arrugas sobre su frente, sus ojos dudosos, sus hoyuelos que tanto le gustaba besar. Ella se sentía extraña, no podía dar lugar y forma a toda esa amalgama espontánea de sentimientos. Él se sentía igual, quizá incluso un poco intimidado, como si tuviese miedo de algo que ella no lograba comprender. Quiso tranquilizarle con su mejor sonrisa, levantarse y darle un abrazo, pero las piernas no respondían, su cerebro estaba enviando mil respuestas aleatorias que se consumían por sus neuronas antes de llegar a los músculos. Colocó las manos sobre sus muslos, suspiró, contó hasta diez mentalmente con los ojos cerrados y entonces se levantó decidida. Cuando volvió a mirarle a los ojos, los tenía enrojecidos y finas lágrimas resbalaban sobre sus mejillas. Esa mirada le aterró, sabía que él no era de exteriorizar sus sentimientos de esa manera, cuando él lloraba era como si el mundo a su alrededor fuera a desmoronarse. Siempre se sintió así. Pero ahora no estaba ella para abrazarle, no. Había una niña pequeña que tiraba de la manga de su camisa, y una mujer dulce consolándole. Sus miradas quedaron petrificadas hasta que él consiguió dibujar una triste sonrisa en sus labios. Ella notó como las lágrimas mojaban sus labiost entonces comprendió algo esencial: las personas son irreparables.
martes, 20 de diciembre de 2016
sábado, 17 de diciembre de 2016
Lo supe desde que te conocí
Supe que se volvería perfecta,
que solo era cuestión de tiempo,
que su tarde de Abril llegaría
y florecería.
Supe que yo me rompería
todavía más.
Que solo era el comienzo de un final programado.
Fuiste mi analgésico, mi límite, mi trono destronado.
Que nadie me creería si dijera que no quería hacerte daño.
Supe que traicionaría a esa criatura bella,
y no me oculté, hoy cargo con el oprobio,
con la sentencia justa, con todo este titánico peso
que indiferente a mi súplica retorna,
se replica en la noche y me sumerge en un mar de dudas y calamidades.
Pero siempre supe que tu Abril llegaría
y que cuando llegase, yo ya no estaría.
Supe que tu amor se volvería codicioso,
que ocioso encontraría en unos y otros
aquello que en el mío nunca hubo ni ha habido,
y que víctima de mi propio desprecio
arderían mis celos y gemiría envuelto en un llanto
que solo el más triste hombre ha escuchado.
Supe que el momento llegaba, que cruzarías la línea,
que cada vez me alejaba más de la sombra que tú amabas
y que el punto de no retorno marcaba las nueve de esa misma mañana.
Supe que al final desistirías, que soy irreparable,
que te estaba contaminando.
Que podrías volver a amar
y que alguien bueno besaría tu sonrisa.
Y si lo supe todo desde el comienzo, ¿por qué demonios duele tanto?
que solo era cuestión de tiempo,
que su tarde de Abril llegaría
y florecería.
Supe que yo me rompería
todavía más.
Que solo era el comienzo de un final programado.
Fuiste mi analgésico, mi límite, mi trono destronado.
Que nadie me creería si dijera que no quería hacerte daño.
Supe que traicionaría a esa criatura bella,
y no me oculté, hoy cargo con el oprobio,
con la sentencia justa, con todo este titánico peso
que indiferente a mi súplica retorna,
se replica en la noche y me sumerge en un mar de dudas y calamidades.
Pero siempre supe que tu Abril llegaría
y que cuando llegase, yo ya no estaría.
Supe que tu amor se volvería codicioso,
que ocioso encontraría en unos y otros
aquello que en el mío nunca hubo ni ha habido,
y que víctima de mi propio desprecio
arderían mis celos y gemiría envuelto en un llanto
que solo el más triste hombre ha escuchado.
Supe que el momento llegaba, que cruzarías la línea,
que cada vez me alejaba más de la sombra que tú amabas
y que el punto de no retorno marcaba las nueve de esa misma mañana.
Supe que al final desistirías, que soy irreparable,
que te estaba contaminando.
Que podrías volver a amar
y que alguien bueno besaría tu sonrisa.
Y si lo supe todo desde el comienzo, ¿por qué demonios duele tanto?
jueves, 17 de noviembre de 2016
Narcisismo
Mi alma es como la desembocadura de un río,
un cajón desastre donde, arbitrariamente, retazos de recuerdos se acumulan.
Algunos se disuelven, otras deambulan.
Algunos estáticos, otros pululan.
Algunos me liberan, otros me anudan.
Mis recuerdos, cuya densidad es inevitablemente aleatoria,
se ensamblan en un enigmático sustrato
o intentan converger en la superficie de Dios sabe dónde.
Alguno en el vacío abisal se hunde,
donde la luz no alcanza, donde la oscuridad confunde,
donde mi memoria, verduga, mis penas difunde.
Mi cuerpo es como la vitrina de la indiferencia,
una evanescente presencia víctima del aburrimiento más pleno,
el retiro del suspiro sereno,
el vacío metafísico sempiterno,
de la amarga condescendencia, un triste cuaderno.
Mi amor es como el llano de una madre,
como la ira de un hombre sabio,
como la lacerante verdad de la dialéctica más incendiaria,
como el suspiro que esparce sus cabellos y desordena,
como la injusta condena,
como quien conquista el mundo y el frío le frena,
como quien solo extrae codicia del oro de mena.
Mis palabras son como la tarde de abril de Machado,
un viaje liviano y agradable de nubes y viento,
una flagelación eléctrica al propio escarmiento,
una alcohólica redención si miento,
al contrario de lo que alguien dijo, las mías no se les lleva el viento.
Mi cerebro es como una inmensa fábrica de hombres grises.
Mi voz, tañer de campanas que avecinan la muerte.
Mi sospecha, la herida del corazón que no cicatriza.
Mis ojos, un mar de eternas dudas y calamidades.
Mis miedos, la sombra que no espera detrás de la puerta.
Yo soy todo lo que este poema quiso ser pero...
un cajón desastre donde, arbitrariamente, retazos de recuerdos se acumulan.
Algunos se disuelven, otras deambulan.
Algunos estáticos, otros pululan.
Algunos me liberan, otros me anudan.
Mis recuerdos, cuya densidad es inevitablemente aleatoria,
se ensamblan en un enigmático sustrato
o intentan converger en la superficie de Dios sabe dónde.
Alguno en el vacío abisal se hunde,
donde la luz no alcanza, donde la oscuridad confunde,
donde mi memoria, verduga, mis penas difunde.
Mi cuerpo es como la vitrina de la indiferencia,
una evanescente presencia víctima del aburrimiento más pleno,
el retiro del suspiro sereno,
el vacío metafísico sempiterno,
de la amarga condescendencia, un triste cuaderno.
Mi amor es como el llano de una madre,
como la ira de un hombre sabio,
como la lacerante verdad de la dialéctica más incendiaria,
como el suspiro que esparce sus cabellos y desordena,
como la injusta condena,
como quien conquista el mundo y el frío le frena,
como quien solo extrae codicia del oro de mena.
Mis palabras son como la tarde de abril de Machado,
un viaje liviano y agradable de nubes y viento,
una flagelación eléctrica al propio escarmiento,
una alcohólica redención si miento,
al contrario de lo que alguien dijo, las mías no se les lleva el viento.
Mi cerebro es como una inmensa fábrica de hombres grises.
Mi voz, tañer de campanas que avecinan la muerte.
Mi sospecha, la herida del corazón que no cicatriza.
Mis ojos, un mar de eternas dudas y calamidades.
Mis miedos, la sombra que no espera detrás de la puerta.
Yo soy todo lo que este poema quiso ser pero...
jueves, 8 de septiembre de 2016
Bon Iver
No te necesité esa noche,
no te necesité en ningún momento,
iba a tomarlo como fuera,
podía seguir adelante en la luz,
vale, mejor doblo la ropa
sábado, 3 de septiembre de 2016
¿Qué carga moral implica la traición?
¿Qué carga moral implica la traición?
Traté de ayudarle a cargar con su cruz,
lo aprovechó para clavarme en ella.
Dejándome allí en un desierto sin luz
donde mi sombra sus penas enhebra.
Quizá lo más sabio sería forjar mi ataúd, el vacío que en su pecho hace mella.
Al menos me queda la satisfacción de que la conciencia por la noche no se estrella.
Traté de ayudarle a cargar con su cruz
usar la pistola que enjambres destella.
¿Qué carga moral implica la traición?
Si con ella logró que los clavos se adhieran.
Podría pensar que matar es calmar el dolor, pero no me consuela.
Al menos me queda la satisfacción de que la conciencia pesa más que la madera.
------------------.-------------------------
Este poema es una reinvención de una estrofa de Piezas, mi rapero favorito.
El título es ''Pobre Diablo''.
Letra en cuestión: Traté de ayudarle a tirar de su cruz y aprovechó para clavarme en ella. ¿Que carga moral implica la traición? Si con ella logró que los clavos se dieran. Podría pensar que matar es calmar el dolor, pero no me consuela. Al menos me queda la satisfacción de que la conciencia pesa mas que la madera
Esa parte se me quedó grabada en la mente y tenía que crear algo a partir de ahí. En un futuro escribiré relacionado algo con la misma temática, la traición, el cargar con la cruz de alguien, etc. Es un pequeño homenaje, AQUÍ la canción en cuestión.
Traté de ayudarle a cargar con su cruz,
lo aprovechó para clavarme en ella.
Dejándome allí en un desierto sin luz
donde mi sombra sus penas enhebra.
Quizá lo más sabio sería forjar mi ataúd, el vacío que en su pecho hace mella.
Al menos me queda la satisfacción de que la conciencia por la noche no se estrella.
Traté de ayudarle a cargar con su cruz
usar la pistola que enjambres destella.
¿Qué carga moral implica la traición?
Si con ella logró que los clavos se adhieran.
Podría pensar que matar es calmar el dolor, pero no me consuela.
Al menos me queda la satisfacción de que la conciencia pesa más que la madera.
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Este poema es una reinvención de una estrofa de Piezas, mi rapero favorito.
El título es ''Pobre Diablo''.
Letra en cuestión: Traté de ayudarle a tirar de su cruz y aprovechó para clavarme en ella. ¿Que carga moral implica la traición? Si con ella logró que los clavos se dieran. Podría pensar que matar es calmar el dolor, pero no me consuela. Al menos me queda la satisfacción de que la conciencia pesa mas que la madera
Esa parte se me quedó grabada en la mente y tenía que crear algo a partir de ahí. En un futuro escribiré relacionado algo con la misma temática, la traición, el cargar con la cruz de alguien, etc. Es un pequeño homenaje, AQUÍ la canción en cuestión.
lunes, 8 de agosto de 2016
Ángeles del siglo XXI
Vi descender a los ángeles con sus armaduras centelleantes,
su aureola describiendo un círculo perfecto en mi pescuezo,
pupilas blancas como la noche y sonrisas condescendientes asomando los colmillos.
Bajaron juzgando a unos y otros con un juicio que trasciende la ley,
blandiendo diccionarios, libros incompetentes y vídeos de procedencia cuestionable.
Exhibiendo su moral excelsa que no puede ser comparada a la de nosotros,
los esclavos, el rebaño. Somos los ineptos que se ríen cuando todos alzan su espada,
los que lloran porque saben que son miseria, los que se equivocan y no aprenden,
los que no podemos ser aceptados en su templo de ilustres,
en sus peldaños donde solo caben los pies de los maestros de la moral,
donde la sangre derramada no alcanza porque deben seguir siendo justos y vanidosos;
donde no caben los poetas que hacemos con los versos
lo que nos sale de los huevos.
Vi bajar a esos ángeles impolutos nacidos en las entrañas de las redes sociales,
y me reí de ellos mientras se me resbalaba alguna lágrima
porque todo lo hago mal y siempre se me escapan.
su aureola describiendo un círculo perfecto en mi pescuezo,
pupilas blancas como la noche y sonrisas condescendientes asomando los colmillos.
Bajaron juzgando a unos y otros con un juicio que trasciende la ley,
blandiendo diccionarios, libros incompetentes y vídeos de procedencia cuestionable.
Exhibiendo su moral excelsa que no puede ser comparada a la de nosotros,
los esclavos, el rebaño. Somos los ineptos que se ríen cuando todos alzan su espada,
los que lloran porque saben que son miseria, los que se equivocan y no aprenden,
los que no podemos ser aceptados en su templo de ilustres,
en sus peldaños donde solo caben los pies de los maestros de la moral,
donde la sangre derramada no alcanza porque deben seguir siendo justos y vanidosos;
donde no caben los poetas que hacemos con los versos
lo que nos sale de los huevos.
Vi bajar a esos ángeles impolutos nacidos en las entrañas de las redes sociales,
y me reí de ellos mientras se me resbalaba alguna lágrima
porque todo lo hago mal y siempre se me escapan.
viernes, 5 de agosto de 2016
El barco se hunde y nadie hace nada
No navegues en ese mar ponzoñoso que sale de tus venas
donde los peces mueren en tu saliva y no hacen más que caer.
como quien tropieza sempiternamente con la misma piedra que rompe tus cristales.
No existe disculpa válida para esa cicatriz que se tatúa en tus pies descalzos.
Y no importa cuánta sal añada mientras la gravedad siga incrustada en el fondo
a nueve coma ocho en la escala Ritcher, azorando ese mar sereno de muerte.
El barco sigue hundiéndose y no puedo estar más tranquilo.
Delante del espejo la luna titubea, pero mirándola de frente es tan imponente
que más que guiarme su luz se convierte en un dulce castigo.
Supongo que la respuesta estará en convertirme en vampiro y evitar mi reflejo,
pero a falta de musa que muerda me conformaré con no mirar hacia dentro.
Si no sé quién soy, cómo demonios voy a saber a dónde caigo.
El barco se hunde y nadie hace nada porque a nadie parece importarle.
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